Me desperté más temprano de lo que en verdad estoy acostumbrado. Me pegué una refrescante ducha y comí un pan tostado con mantequilla antes de salir de mi departamento, a un agotador lunes en el instituto.
El domingo se me había pasado rápido hablando con mi nana y recordando cosas de cuando era niño. La hice desistir de la absurda idea de que yo me estaba enamorando de Laura.
Ese concepto no está incluido en el diccionario de mi vida.
—Uno nunca sabe cuando el amor le llega, pequeño —me dijo Rosa —Pero de que llega, llega. Sin avisar y sin permiso, y hay veces en las que se va de la misma manera de la que vino…
Sacudí mi cabeza y me subí a mi moto para prender marcha a las tareas del día. Llegué y me encontré con Iván y Sergio.
—¿Qué tal Suarez? —me preguntó Iván.
—Bien, ¿Tú? —le dije.
—Excelente —contestó. Lo miré atentamente.
—¿Realizada la hazaña? —dije al ver su rostro de autosuficiencia.
—Realizada —contestó. Chocamos nuestras manos. Iván anotaba otra más a su lista de mujeres. Una lista larga y morbosa. Yo nunca hice una lista, y tampoco pienso hacerla.
—¿Y tú, Sergio? —le hablé a mi otro amigo.
Él estaba serio y parecía molesto. Miré a Iván y me hizo un gesto con los hombros.
—No sé que le pasa, así está desde que llegué —dijo.
Ambos nos giramos a verlo.
—¿Qué pasa hermano? —le pregunté algo preocupado, nunca lo había visto tan serio.
Él terminó de fumar su cigarrillo y lo tiró hacia un costado.
—No pasa nada —contestó secamente. Otra vez con Iván nos miramos extrañados.
Pero mi atención fue llamada por un auto que acaba de entrar al estacionamiento. Era nuevo, pues nunca lo habíamos visto antes.
—Un Audi S4 Cabriolet, ¿de quien es esa belleza? —habló Iván sin dejar de mirar el auto.
Hasta que una pequeña figura se bajó de allí.
—Laura —dije sonriente.
—Mira como se le iluminó la cara —habló Sergio. Me giré a verlo.
—¿Estás vivo? —dije y palmeé su hombro —Pensé que no.
Volví mi vista a Laura. Ella cerró la puerta de su auto y con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a nosotros.
—Hola muchachos —nos dijo.
—¿Cómo estás Lau? —le preguntó Sergio. Ella lo miró bien.
—Creo que mejor que tú —dijo ella.
—Si, no sabemos que le pasa —dijo Zayn.
—No me pasa nada —soltó exasperado —¿Acaso nunca tuvieron un mal día?
—¿Estrenando auto? —le pregunté y logré al fin obtener una mirada fija de su parte. Sonrió mostrándome todos sus dientes.
—Si —dijo contenta —Al fin me trajeron mi auto. Ya no voy a depender de chóferes celosos y de chóferes aprovechadores…
—¿Eso último fue una indirecta para mi? —le dije. Iván rió.
—Más que indirecta, diría directa amigo —me dijo y palmeó mi espalda.
—Exacto —agregó Laura y nos miró consecutivamente a los tres —¿Han desayunado?
Los tres negamos con la cabeza algo confundidos.
—Comí medio un pan tostado —le dije.
—Yo no tuve tiempo —dijo Serg.
—Y yo ganas —le dijo Iván.
—Son de terror —se acercó a nosotros y sin decir nada nos quitó el cigarrillo a Iván y a mí, y le quitó a Sergio el que estaba por prender.
—¿Qué haces? —le preguntó Serg.
—No pueden fumar sin desayunar —nos dijo y arrojó los cigarrillos a los lejos.
—Ese estaba entero —lloriqueó Sergio.
—Lo lamento, pero yo no puedo permitir que consuman sus vidas con estas porquerías —dijo ella algo nerviosa. Iván la miró con ternura.
—Siempre quise tener a alguien que me dijera eso —le dijo y se acercó a abrazarla.
Sergio se unió a su tonto abrazó. Sentí una pequeña punzada en el estomago, y los miré asesinamente.
—Ya, ya, suéltenla —les dije. Ambos se alejaron —No me la atosiguen.
—¡Ja! —dijo ella divertida —Mira quien habla…
—Eso mismo, Lucas. Mira quien habla —agregó Iván.
—Bueno, no voy a dejar que vuelvan a fumar sin haber desayunado antes, ¿entendieron? Eso les hace más daño del que ya se hacen al fumar —nos dijo. Los tres asentimos como niños pequeños —Ahora caminen que vamos a llegar tarde.
Volvimos a asentir, y comenzamos a caminar. Escuchamos como un montón de libros caían al suelo. Los cuatro nos giramos a ver.
—¡Demonios! —dijo aquella chica y se agachó a recogerlos. Laura la miró y luego nos miró a nosotros.
—¿Quién es ella? —preguntó. Iván y yo nos encogimos de hombros.
—Se llama Sara Fernández, estudiante de abogacía. Está un año más adelante que nosotros porque es una Einstein en potencia. Una ñoña —dijo Sergio.
Iván lo miró confundido. ¿Cómo sabía esas cosas? Es más, yo jamás la había visto.
—Voy a ayudarla —dijo Laura y se acercó a ella.
La chica castaña de ojos verdes, levantó su mirada, que estaba detrás de unos anteojos, para mirar a Laura. Ella le sonrió y comenzó a juntar los libros mientras le hablaba.
Con los chicos comenzamos a caminar hacia el salón.
—¿Cómo sabes todo eso de ella? —le pregunté a Sergio.
—Lo se y punto —dijo el.
Otra vez su cara se había tornado seria. Entramos al salón y aun la profesora de derecho no había llegado.
Laura entró corriendo y se paró en secó al ver que había llegado a tiempo. La miré y le hice un gesto para que se sentara a mi lado. Negó con la cabeza, le hice un gesto de ¿Por qué?
Con el rostro me señaló a Felicity. Giré mi cabeza para mirarla y la rubia me miraba fijo, con los ojos llenos de rabia. Un escalofrió recorrió mi espalda. Eso si que da miedo…
Volví mi mirada a Laura, y ella ya estaba sentada al lado de Iván. Tomé mi celular y comencé a escribir rápidamente. Envié el mensaje, miré hasta que mi amigo tomó su celular. Sentí como alguien se sentaba a mi lado, lo miré y era Sergio.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—Estoy viendo si Iván, lee el mensaje que le mandé —dije sin dejar de mirar al frente.
Mi celular comenzó a vibrar.
‘Tranquilo Suarez, tengo códigos. Se que es tuya, además de que se nota que estas loquito por ella…’
Gruñí y volví a escribir.
‘No seas imbécil, y solo no te pases de listo porque ya veras…’
La profesora entró a la clase. Me acomodé mejor en la silla y volví mi vista a Sergio. Él seguía con el semblante serio. Algo le molesta, y mucho.
—¿Vas a decirme que te pasa? —le dije por lo bajo. Me miró de costado.
—Hay alguien que me perturba —contestó. Fruncí el ceño y lo miré mejor.
—¿Acaso es la chica de anteojitos? —le pregunté y sin darme cuenta elevé más mi voz de lo que debía. Toda la clase se giró a verme.
—¿Sucede algo Suarez? —me preguntó la profesora.
—No, nada. Lo siento —me disculpé.
Creo que yo estaba más asombrado que el resto de la clase, al escucharme a mi mismo disculpándome por algo que hice.
—¿Estás enfermo o que? —dijo por lo bajo Sergio. Sonreí divertido.
—No me cambies de tema, ¿es la tal Sara?
Suspiró levemente y volvió a mirar al frente.
—Si —dijo sin quitar su vista de la profesora.
—¿Qué pasó con ella?
—Es una… una ñoña —dijo nervioso, pero sin levantar la voz —Y tuvo el tupé de decirme que soy un neandertal con peinado de disco.
Estallé en risas. Otra vez la clase entera se giró a verme, incluso Laura e Iván. La profesora frunció el ceño.
—¿Se puede saber que es tan gracioso? —me preguntó.
—Lo siento, de verdad lo siento —dije mientras calmaba mi risa —No volverá a pasar…
La profesora revoleó los ojos y volvió a escribir.
—¿Y por eso estás así? —le dije mientras restregaba mis ojos a causa de la risa.
—No solo me dijo eso. Sino también que era un pobre idiota que buscaba consuelo en todas las chicas con las que me acostaba, pero que no lograba llenar el vació de mi vida con ninguna de ellas…
—Uuuh, eso dolió, ¿verdad? —pregunté. Él no dijo nada —¿Pero porque te dijo todo eso?
—Porque intenté seducirla ayer en la tarde en la biblioteca de aquí —me dijo.
—¿Estuviste aquí ayer? —dije asombrado. Jamás pensé que Sergio podría estar un domingo en el instituto.
—Necesitaba buscar un libro, y vine, la vi sentada leyendo y me acerqué a ella… Maldita sea la hora en que lo hice.
—¿Te gusta? —dije al observar su total indignación hacia ella.
Se giró a verme rápidamente.
—Claro que no… Ella no es mi tipo de mujer, además de que no la tocaría ni con un palo. Es la última mujer con la que me metería en mi vida.
—Te gusta —afirmé.
Él no me dijo nada. Sonreí y volví mi vista al frente. El primer caído ante los encantos de una genio. ¿Quién será el segundo? Estoy completamente seguro de que será Iván, y quedaré solo en mi lucha por el machismo…
Fijé mi vista en Laura, con cuidado se giró a verme. Tomé mi celular y escribí debajo de la mesa. Observé como ella buscaba su celular. Lo abrió.
'Me estabas mirando, te caché cariño.'
Vi como ella escribía. Luego de unos segundos mi celular vibró.
'Creo que el que me estaba mirando eras tú, yo solo giré porque me sentía observada'
Le respondí.
'¿Ahora tienes un sexto sentido?'
Me respondió. 'Veo gente muerta… jajaja'
Sonreí por lo bajo y guardé mi teléfono ya que la profesora dejó de escribir y nos miró a todos. Comenzó a hablar.
—Bueno alumnos, vamos a hablar sobre el habeas corpus —dijo y caminó un poco moviendo sus manos —¿Alguien puede decirme algo sobre eso?
—El habeas corpus es una institución jurídica que garantiza la libertad personal del individuo,
con el fin de evitar los arrestos y detenciones arbitrarias. Se basa en la obligación de presentar ante el juez, a todo detenido en el plazo de 72 horas, el cual podría ordenar la libertad inmediata del detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto —habló con total fluidez Laura.
—Excelente señorita Laura, se nota que ha estado leyendo —la felicitó la profesora.
—Vaya podría ser tu abogada la próxima vez que te metas en algún problema —aseguró el afro [Sergio]. La clase continuó hasta que el bendito timbre sonó. Me puse de pie, necesitaba salir de allí para fumar un cigarrillo. Laura me había apagado el que me estaba por terminar, y sentí como que un pedazo de mí faltaba.
Salí del salón, con Serg e Iván detrás de mí. Toqué los bolsillos de mis pantalones, y me
olvidé la maldita caja.
—¡Demonios! —dije deteniendo mi paso.
—¿Qué sucede? —me preguntó Iván.
—Olvidé los cigarrillos, ya vuelvo —les dije y regresé mis pasos hacia el salón.
Me detuve al escuchar unas voces.
—¡Eres una cualquiera! —escuché la chillona voz de Amanda.
—El muerto se asusta del degollado —dijo irónica Laura —¡Me tienes harta Amanda! ¡Ya te dije millones de veces que entre Suarez y yo no hay nada!
—¡Pues no te creo! —gritó ella.
—¡Pues ese es tu problema, déjame en paz! —le exigió. Entré al salón haciendo que ambas me miraran. Laura soltó un suspiro —Suarez ven aquí.
—¿Yo? —dije haciéndome el tonto.
—¿Acaso hay otro aquí? —preguntó con sarcasmo. Sonreí y me acerque hasta ellas. Laura miró a Felicity —¿Puedes decirle por dios que entre nosotros no pasa nada?
When She Was Mine
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miércoles, 2 de enero de 2013
sábado, 1 de diciembre de 2012
Capítulo 17
Comencé a despertar al sentir, como unas leves manos me movían. Abrí un ojo y la miré. Ella me sonrió levemente.
—Buenos días, nana —le dije con voz ronca.
— ¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a mi alrededor.
—Buenos días, nana —le dije con voz ronca.
— ¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a mi alrededor.
—Mi cuarto está ocupado —contesté, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé la cara y los dientes. Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rosa — ¿Qué hora es?
—Las doce en punto, Lucas —me contestó y comenzó a sacar hoyas y comida para cocinar.
— ¿Lucas? —escuché su adormilada voz.
Mi nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me puse de pie y me acerqué a ella.
—Vamos al cuarto, cariño —le dije y volvimos de donde salió.
Me giré a verla, después de cerrar la puerta.
— ¿Dónde estoy? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En mi departamento —le contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.
— ¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa —¡Oh, dios! No me digas que tú y yo…
—No cariño —la interrumpí divertido —Tú y yo no hicimos nada de lo que estas pensando. Te hubiera encantado, ¿verdad?
—No, claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo que pasó.
— ¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza — ¿Qué estas insinuando?
—No, nada.
—Suarez—dijo mi nombre con tono de advertencia.
— ¿De verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar tomaste mucho por lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.
—Oh, Dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.
—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muuuuy…provocativamente, me gusta verte bailar por cierto. Coqueteaste con Hook…
— ¿Hook? —preguntó.
—Un grandullón, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
— ¿Qué hice qué?
—Me sedujiste, me bailaste sensualmente… cerca, tocándome, provocándome.
—Yo…
—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy. Luego un estúpido quiso propasarse, lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a las Vegas, nos casamos y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas cariño…
Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos en mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus ojos se abrieron como platos.
—Eso es mentira —aseguró.
—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme…
—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estás diciendo que yo te besé a ti…
— ¿Para qué voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo: Laura, anoche te besé. Pero no lo hice…
—Mmm, bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada.
—No, no me pidas perdón cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
— ¿Quién es la señora que está en la cocina? —me preguntó.
Arqueé una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir hablando de eso. Sonreí levemente.
—Rosa, mi nana. Viene, los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy un desastre cocinando.
— ¿Así que tienes una nana? Qué tierno de tu parte Suarez —me dijo.
—Lo ves, no todo es pecado en mí, cariño.
Rió por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rosa nos miró y sonrió levemente.
—Nana, ella es Laura —se la presenté.
—Es un gusto señora —le habló María amable.
—El gusto es mío, niña —dijo mi nana.
— ¿Puedo pasar al baño? —me preguntó Laura.
—Si, si —le dije —Aquella puerta de allí.
—Ya vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rosa, y ella me miró bien.
— ¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nunca habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.
—Va al instituto conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla sola en su casa.
—Es muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.
—Que extraño, nunca te agradan…por eso ni las traigo.
—No parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí —Ella tiene un aura especial.
Laura llegó a la cocina y nos miró.
— ¿Quiere comer algo, niña? —le preguntó a Laura.
—No señora, gracias… —dijo y al instante su estómago gruñó. La miré divertido.
—Tonterías, estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rosa—Nana, dale la lasaña de espinaca. Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.
Rosa la miró.
— ¿Eres vegetariana? —le preguntó algo sorprendida.
—Trato de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma. Rosa sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.
—Es lo único que puedo hacer que Lucas coma, sino no hay caso. No consume casi nada, no proveniente de un pobre animal —le contó mi nana.
—Sí —dijo Laura mientras se sentaba a mi lado —Es un carnívoro sin control.
—Lo sé, lo sé. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado de comer, van a venir en busca de venganza…
—Y se la merecerá Rosa, todo se paga en esta vida.
—Además de que algún día le agarrara un paro cardíaco de tener las venas todas tapadas de carne y comida chatarra —agregó —Y a pesar de que come como una bestia, está perfectamente bien corporalmente.
—Si lo sé, yo tampoco entiendo por qué —dijo Laura —Y es una injusticia de la vida. Imagínese, yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como 5 kilos, y parezco un globo.
—Eso es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come, come y come, y no engorda.
—Ya lo volveré menos carnívoro de alguna manera.
— ¿Ya terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron —Tengo hambre.
—Ya va a estar pequeño —dijo mi nana.
Se acercó al horno para sacar la lasaña. Laura me miró y yo también lo hice. Me sonrió levemente y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mi cabello hacia atrás. La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.
Era como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo…
Nunca tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Lo único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada vez que tengo cerca a Laura María Hernández.
Rosa puso un plato frente a Laura, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al ver en el plato la humeante lasaña.
—Mmm, esto se ve delicioso —dijo ella.
—No tanto como tú —le susurré para que Rosa no me escuchara. Laura me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rosa puso otra plato frente a mí. Un jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.
Mmm, ¿Cómo sería una jugosa Laura con crema y una cereza encima? Eso sería interesante.
Muy interesante.
Rosa se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Laura como si se conocieran de toda la vida.
Yo solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus conversaciones, de lo cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Laura había terminado de comer, yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.
—De verdad eres una bestia comiendo —me dijo.
—Y tú de verdad pareces un pajarito comiendo —le dije. Laura se puso de pie y juntó sus cosas.
—Bueno, Rosa estuvo delicioso, ya te pediré la receta —le dijo dulce.
—Cuando quieras, Laura —dijo ella sonriéndole.
—Suarez, ya me voy —me dijo.
—Bueno, entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.
—No, ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.
—Bueno, está bien cariño, esta vez acepto tus condiciones —le dije, y ella suspiró aliviada.
La miré divertido —Pero te acompaño hasta abajo.
—Y si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rosa rió. Se acercó a ella —Hasta luego Rosa, fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es así.
—Yo tampoco, cielo —dijo divertida mi nana. Revoleé los ojos y busqué las llaves mientras ella caminaba hacia la puerta.
—Dile que me agrada —me susurró Rosa antes de que yo fuera detrás de ella.
—Se lo digo —le dije y salí de allí con Laura.
Nos subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella se giró a verme.
—Bueno Suarez, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer en tus palabras.
—Así tiene que ser —dije. Ella sonrió.
—Gracias —musitó. La miré fijo y no pude detenerme.
Levanté mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar mi mano por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a sus ojos.
—No es nada cariño, sé hacer mi trabajo —le dije.
Trató de no sonreír, pero le fue imposible.
—Eres un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.
— ¡Oye! —la llamé. Se giró a verme.
— ¿Qué? —preguntó.
—Mi nana me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no le agradan mucho las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme…
—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.
—Exacto —hablé y sonreí de costado —Mi nana, sabe que soy yo quien trata de corromperte.
Vi como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi ilógicas en mí.
Negó con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?
Sacudí mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rosa estaba terminando de lavar todo. Me miró y sonrió.
—Es encantadora —me dijo.
— ¿Te agrada enserio?
—Claro que sí, me recuerda a tu…
Dejó de hablar y bajó la mirada.
— ¿A quién? —le pregunté.
—A una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones inamovibles y sobre todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.
—Para mí es como todas las demás —le mentí descaradamente.
—Si, si seguro —dijo con ironía —Te conozco tanto, pequeño.
— ¿Qué quieres decir? —le pregunté.
Ella sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos y apuntarme con el dedo.
—Tú, te estás enamorando de Laura.
—Las doce en punto, Lucas —me contestó y comenzó a sacar hoyas y comida para cocinar.
— ¿Lucas? —escuché su adormilada voz.
Mi nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me puse de pie y me acerqué a ella.
—Vamos al cuarto, cariño —le dije y volvimos de donde salió.
Me giré a verla, después de cerrar la puerta.
— ¿Dónde estoy? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En mi departamento —le contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.
— ¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa —¡Oh, dios! No me digas que tú y yo…
—No cariño —la interrumpí divertido —Tú y yo no hicimos nada de lo que estas pensando. Te hubiera encantado, ¿verdad?
—No, claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo que pasó.
— ¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza — ¿Qué estas insinuando?
—No, nada.
—Suarez—dijo mi nombre con tono de advertencia.
— ¿De verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar tomaste mucho por lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.
—Oh, Dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.
—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muuuuy…provocativamente, me gusta verte bailar por cierto. Coqueteaste con Hook…
— ¿Hook? —preguntó.
—Un grandullón, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
— ¿Qué hice qué?
—Me sedujiste, me bailaste sensualmente… cerca, tocándome, provocándome.
—Yo…
—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy. Luego un estúpido quiso propasarse, lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a las Vegas, nos casamos y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas cariño…
Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos en mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus ojos se abrieron como platos.
—Eso es mentira —aseguró.
—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme…
—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estás diciendo que yo te besé a ti…
— ¿Para qué voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo: Laura, anoche te besé. Pero no lo hice…
—Mmm, bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada.
—No, no me pidas perdón cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
— ¿Quién es la señora que está en la cocina? —me preguntó.
Arqueé una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir hablando de eso. Sonreí levemente.
—Rosa, mi nana. Viene, los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy un desastre cocinando.
— ¿Así que tienes una nana? Qué tierno de tu parte Suarez —me dijo.
—Lo ves, no todo es pecado en mí, cariño.
Rió por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rosa nos miró y sonrió levemente.
—Nana, ella es Laura —se la presenté.
—Es un gusto señora —le habló María amable.
—El gusto es mío, niña —dijo mi nana.
— ¿Puedo pasar al baño? —me preguntó Laura.
—Si, si —le dije —Aquella puerta de allí.
—Ya vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rosa, y ella me miró bien.
— ¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nunca habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.
—Va al instituto conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla sola en su casa.
—Es muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.
—Que extraño, nunca te agradan…por eso ni las traigo.
—No parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí —Ella tiene un aura especial.
Laura llegó a la cocina y nos miró.
— ¿Quiere comer algo, niña? —le preguntó a Laura.
—No señora, gracias… —dijo y al instante su estómago gruñó. La miré divertido.
—Tonterías, estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rosa—Nana, dale la lasaña de espinaca. Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.
Rosa la miró.
— ¿Eres vegetariana? —le preguntó algo sorprendida.
—Trato de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma. Rosa sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.
—Es lo único que puedo hacer que Lucas coma, sino no hay caso. No consume casi nada, no proveniente de un pobre animal —le contó mi nana.
—Sí —dijo Laura mientras se sentaba a mi lado —Es un carnívoro sin control.
—Lo sé, lo sé. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado de comer, van a venir en busca de venganza…
—Y se la merecerá Rosa, todo se paga en esta vida.
—Además de que algún día le agarrara un paro cardíaco de tener las venas todas tapadas de carne y comida chatarra —agregó —Y a pesar de que come como una bestia, está perfectamente bien corporalmente.
—Si lo sé, yo tampoco entiendo por qué —dijo Laura —Y es una injusticia de la vida. Imagínese, yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como 5 kilos, y parezco un globo.
—Eso es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come, come y come, y no engorda.
—Ya lo volveré menos carnívoro de alguna manera.
— ¿Ya terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron —Tengo hambre.
—Ya va a estar pequeño —dijo mi nana.
Se acercó al horno para sacar la lasaña. Laura me miró y yo también lo hice. Me sonrió levemente y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mi cabello hacia atrás. La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.
Era como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo…
Nunca tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y la mujer. Lo único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada vez que tengo cerca a Laura María Hernández.
Rosa puso un plato frente a Laura, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al ver en el plato la humeante lasaña.
—Mmm, esto se ve delicioso —dijo ella.
—No tanto como tú —le susurré para que Rosa no me escuchara. Laura me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rosa puso otra plato frente a mí. Un jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.
Mmm, ¿Cómo sería una jugosa Laura con crema y una cereza encima? Eso sería interesante.
Muy interesante.
Rosa se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Laura como si se conocieran de toda la vida.
Yo solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus conversaciones, de lo cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Laura había terminado de comer, yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.
—De verdad eres una bestia comiendo —me dijo.
—Y tú de verdad pareces un pajarito comiendo —le dije. Laura se puso de pie y juntó sus cosas.
—Bueno, Rosa estuvo delicioso, ya te pediré la receta —le dijo dulce.
—Cuando quieras, Laura —dijo ella sonriéndole.
—Suarez, ya me voy —me dijo.
—Bueno, entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.
—No, ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.
—Bueno, está bien cariño, esta vez acepto tus condiciones —le dije, y ella suspiró aliviada.
La miré divertido —Pero te acompaño hasta abajo.
—Y si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rosa rió. Se acercó a ella —Hasta luego Rosa, fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es así.
—Yo tampoco, cielo —dijo divertida mi nana. Revoleé los ojos y busqué las llaves mientras ella caminaba hacia la puerta.
—Dile que me agrada —me susurró Rosa antes de que yo fuera detrás de ella.
—Se lo digo —le dije y salí de allí con Laura.
Nos subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella se giró a verme.
—Bueno Suarez, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer en tus palabras.
—Así tiene que ser —dije. Ella sonrió.
—Gracias —musitó. La miré fijo y no pude detenerme.
Levanté mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar mi mano por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a sus ojos.
—No es nada cariño, sé hacer mi trabajo —le dije.
Trató de no sonreír, pero le fue imposible.
—Eres un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.
— ¡Oye! —la llamé. Se giró a verme.
— ¿Qué? —preguntó.
—Mi nana me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no le agradan mucho las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme…
—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.
—Exacto —hablé y sonreí de costado —Mi nana, sabe que soy yo quien trata de corromperte.
Vi como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi ilógicas en mí.
Negó con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?
Sacudí mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rosa estaba terminando de lavar todo. Me miró y sonrió.
—Es encantadora —me dijo.
— ¿Te agrada enserio?
—Claro que sí, me recuerda a tu…
Dejó de hablar y bajó la mirada.
— ¿A quién? —le pregunté.
—A una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones inamovibles y sobre todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.
—Para mí es como todas las demás —le mentí descaradamente.
—Si, si seguro —dijo con ironía —Te conozco tanto, pequeño.
— ¿Qué quieres decir? —le pregunté.
Ella sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos y apuntarme con el dedo.
—Tú, te estás enamorando de Laura.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Capítulo 16
Susana se acercó a nosotros con la libretita para anotar lo que íbamos a tomar. Cuando lo hizo miró fijo a Laura.
—Hola mucho gusto, soy Susana —le dijo y estiró su mano para que ella la tomara. Laura sonriéndole amablemente tomó su mano.
—Soy Laura —dijo ella.
—Hola mucho gusto, soy Susana —le dijo y estiró su mano para que ella la tomara. Laura sonriéndole amablemente tomó su mano.
—Soy Laura —dijo ella.
—Eres nueva —habló Susana asintiendo.
—No Susana—le hablé al reaccionar sobre aquello. Pero fue demasiado tarde. Ella giró y se dirigió a todos en el lugar.
—¡Muchachos, tenemos una integrante nueva en la taberna! —gritó contenta. Todos comenzaron a aplaudir y silbar —¡Hay que darle la bienvenida!
—¡No, no, no claro que no! —dije poniéndome de pie.
—Ven —dijo Susana y le tendió la mano para que ella la tomara. Con un poco de duda Laura la tomó y caminó detrás de ella hasta la barra. Iván, Sergio y yo fuimos detrás de ellas, con todo el mundo detrás de nosotros también.
—Susana, por favor no lo hagas —le rogué.
— ¿Por qué? Solo quiero darla la bienvenida al lugar —me dijo ella. Mientras iba llenando un gran vaso con cerveza. Miré a Laura.
—Vamos cariño, no tienes que hacer esto —le dije. Ella me miró bien, y luego miró a Susana que estaba frente a ella.
—Lucas, no seas aguafiestas —me regañó Susana.
Susana colocó el gran vaso frente a Laura.
—No Susana—le hablé al reaccionar sobre aquello. Pero fue demasiado tarde. Ella giró y se dirigió a todos en el lugar.
—¡Muchachos, tenemos una integrante nueva en la taberna! —gritó contenta. Todos comenzaron a aplaudir y silbar —¡Hay que darle la bienvenida!
—¡No, no, no claro que no! —dije poniéndome de pie.
—Ven —dijo Susana y le tendió la mano para que ella la tomara. Con un poco de duda Laura la tomó y caminó detrás de ella hasta la barra. Iván, Sergio y yo fuimos detrás de ellas, con todo el mundo detrás de nosotros también.
—Susana, por favor no lo hagas —le rogué.
— ¿Por qué? Solo quiero darla la bienvenida al lugar —me dijo ella. Mientras iba llenando un gran vaso con cerveza. Miré a Laura.
—Vamos cariño, no tienes que hacer esto —le dije. Ella me miró bien, y luego miró a Susana que estaba frente a ella.
—Lucas, no seas aguafiestas —me regañó Susana.
Susana colocó el gran vaso frente a Laura.
Ella lo miró bien
—Tienes que hacer fondo de este vaso, y luego te giraremos sobre la silla, para que estés más feliz.
—No lo hagas, Laura. Así no eres tú —dije casi desesperado.
Laura María miró a Susana y volvió a mirarme a mí.
—¿Acaso crees que no puedo hacerlo Suarez? —me preguntó.
—No, no es eso. Sino que puede hacerte mal…
—Laura, mejor escucha a Lucas. iRayos!...esta vez tiene razón —le dijo Sergio.
—No hace falta que lo hagas Laura —dijo Sergio.
—No lo hagas, Laura. Así no eres tú —dije casi desesperado.
Laura María miró a Susana y volvió a mirarme a mí.
—¿Acaso crees que no puedo hacerlo Suarez? —me preguntó.
—No, no es eso. Sino que puede hacerte mal…
—Laura, mejor escucha a Lucas. iRayos!...esta vez tiene razón —le dijo Sergio.
—No hace falta que lo hagas Laura —dijo Sergio.
Ella nos miró a los tres consecutivamente, y miró de nuevo a Susana.
¡Maldita seas, Susana! ¡No debiste hacer eso!
¡Maldita seas, Susana! ¡No debiste hacer eso!
—¡Vamos linda, hazlo! —algún imbécil gritó por ahí. Todos comenzaron a gritar que lo hiciera, y todos esos incentivos maliciosos.
— ¿Vas a hacerlo Laura? —preguntó Susana.
— ¡No! —dije.
— ¡Que sí! —dijo ella firme. Todos festejaron alegres.
Varios de ellos se pusieron alrededor de Laura para girarla cuando terminara de tomar, haciendo que los chicos y yo nos alejáramos un poco.
—¿Por qué la única vez que tengo razón no me escucha? —les pregunté a mis amigos.
Escuchamos como todos empezaron a decir el típico: ‘Fondo’ ‘Fondo’ ‘Fondo’
Les hice un gesto a los chicos para que nos sentáramos en la mesa. Ella no iba a hacerme caso. Pues ni modo, nada podía hacer. Todos se alejaron de la barra, y pude verla riendo con Susana. La cerveza ya había hecho efecto en ella.
—Será mejor que la cuides —me dijo Iván.
—Normalmente, eso me molestaría —dije mirando hacia Laura.
—Pero en este caso te encanta la idea —me habló Serg —Lo sabemos suripanta, ahora ve a cuidarla.
Me empujó para que fuera hacia allí. Me acerqué a ellas me senté en la silla de al lado de Laura. Ambas se giraron a verme.
—Muy simpática tu amiga Lucas, nunca habías traído chicas aquí —me dijo Susana. Laura me miró con ojos tiernos.
—Aaaawwww, soy la primera chica a la que traes —dijo con tono tierno con voz de bebé —Me siento como cuando mi primer novio me llevó a conocer a sus padres.
Susana rió divertida.
—Pero yo no soy su madre, puedes ser traviesa —le dijo. Laura río.
— ¿Puedo serlo? —preguntó.
— ¡No! —le dije y miré a Susana —Deja de querer pervertirla…
—Tranquilo Suarez, tranquilo —dijo mi María —¿Me das otra de esas Susana?
—¿Una cerveza? —preguntó.
—Sí —dijo asintiendo.
—Claro que si linda, y va por mi cuenta —le dijo. Volvió a servirle un gran vaso de cerveza y se lo puso en frente.
— ¡No Laura, no vas a beber eso! —le dije intentando detenerla.
—No eres mi padre —me dijo y tomó el vaso —Además de que ya estoy grande como para decidir que tomar y que no.
—Está bien, haz lo que quieras —le dije rendido.
—Pues claro que sí —dijo, volvió a tomar la cerveza inclinando la cabeza hacia atrás y haciendo un limpio fondo.
¡Dios santo, esto no va a terminar bien! No sé cuantas cervezas más se tomó, pero se estaba excediendo. Después de terminar de tomar su, sexto vaso creo, se puso de pie y se tambaleó un poco, pero se equilibró.
—Voy a poner un poco de música —dijo señalando a la rockola.
—Ve, ve —dijo Susana sonriendo. Vi como caminaba.
—Deja de querer embriagarla Susana —le advertí.
—Ya esta ebria Lucas, pero déjala ser libre, que vuele, que explore…
—No, yo no quiero que explore —dije y vi como Laura chocaba levemente contra Hook.
Esté se giró a verla.
—Lo siento grandulón, no te vi —le dijo disculpándose y palmeando su pecho.
—No es nada bombón, ¿estás sola? —le preguntó él. Me puse de pie.
— ¡Hook, saca tu miserable vista de ella si no quieres terminar peor que la última vez! —lo amenacé. Esté me miró bien.
—Tranquilo, tranquilo. No sabía que era tuya —me dijo él. Laura se giró a verme.
—Aaay, que celoso —dijo con tono pícaro y rió —Ve tranquilo grandullón, Lucas está sensible últimamente, pero no voy a dejar que te haga daño —le dijo y siguió caminando hasta llegar a la rockola. Comenzó a buscar música. Hasta que se giró a vernos —¡No puedo creer que en este lugar tengan esto! —puso play y una conocida canción, pero no recuerdo su nombre comenzó a sonar.
—¡Vamos a bailar chicas!
Todas sonrieron, se pusieron de pie y comenzaron a moverse muy sexymente al ritmo de aquella canción. Giré mi cabeza para mirar a Susana.
—¿De quién es esa canción? —le pregunté.
—No puedo creer que esa canción siga ahí, pensé que la había quitado —dijo divertida y miró
a Laura—Se llama I love rock and roll de Britney Spears y me parece que a Laura le gusta bailarla.
Volví mi vista a Laura, y ella se movía sensualmente mientras caminaba hacia mí.
¡Diablos, no podía ser tan sexy!
Se acercó más a mí y tomó mi mano para ponerme de pie.
—Laura, no. Estás ebria —le dije cuando comenzó a bailar cerca de mí.
—Ya lo sé —me dijo y apoyó su espalda contra mi pecho, para luego bajar despacio y volver a subir. Giró y me miró a los ojos.
—Pero es tu culpa, por traerme aquí. Ahora lo aguantas.
Vi como Sergio e Iván reían divertidos ante mi notoria frustración de que ella estuviera haciendo eso. Provocando que mi sangre se calentara… y que otras partes de mi también.
Luego todas ellas se subieron a la barra, incluida Susana. No puedo creer que esto esté pasando.
Todas bailaban sensualmente sobre aquella barra, tocándose entre ellas y riendo divertidas. Pero mi mirada no podía salir de Laura. Sentí una mano apoyarse sobre mi hombro.
—Hermano, hermano. Como te provoca Laura ¿cierto? —me dijo Iván.
—Cállate —le dije sin dejar de mirarla.
—Te trae loco —aseguró Serg—Mira, te la estas comiendo con la mirada. Yo creo que si tuvieras súper poderes de la vista, ya le hubieses sacado la ropa.
— ¿Vas a hacerlo Laura? —preguntó Susana.
— ¡No! —dije.
— ¡Que sí! —dijo ella firme. Todos festejaron alegres.
Varios de ellos se pusieron alrededor de Laura para girarla cuando terminara de tomar, haciendo que los chicos y yo nos alejáramos un poco.
—¿Por qué la única vez que tengo razón no me escucha? —les pregunté a mis amigos.
Escuchamos como todos empezaron a decir el típico: ‘Fondo’ ‘Fondo’ ‘Fondo’
Les hice un gesto a los chicos para que nos sentáramos en la mesa. Ella no iba a hacerme caso. Pues ni modo, nada podía hacer. Todos se alejaron de la barra, y pude verla riendo con Susana. La cerveza ya había hecho efecto en ella.
—Será mejor que la cuides —me dijo Iván.
—Normalmente, eso me molestaría —dije mirando hacia Laura.
—Pero en este caso te encanta la idea —me habló Serg —Lo sabemos suripanta, ahora ve a cuidarla.
Me empujó para que fuera hacia allí. Me acerqué a ellas me senté en la silla de al lado de Laura. Ambas se giraron a verme.
—Muy simpática tu amiga Lucas, nunca habías traído chicas aquí —me dijo Susana. Laura me miró con ojos tiernos.
—Aaaawwww, soy la primera chica a la que traes —dijo con tono tierno con voz de bebé —Me siento como cuando mi primer novio me llevó a conocer a sus padres.
Susana rió divertida.
—Pero yo no soy su madre, puedes ser traviesa —le dijo. Laura río.
— ¿Puedo serlo? —preguntó.
— ¡No! —le dije y miré a Susana —Deja de querer pervertirla…
—Tranquilo Suarez, tranquilo —dijo mi María —¿Me das otra de esas Susana?
—¿Una cerveza? —preguntó.
—Sí —dijo asintiendo.
—Claro que si linda, y va por mi cuenta —le dijo. Volvió a servirle un gran vaso de cerveza y se lo puso en frente.
— ¡No Laura, no vas a beber eso! —le dije intentando detenerla.
—No eres mi padre —me dijo y tomó el vaso —Además de que ya estoy grande como para decidir que tomar y que no.
—Está bien, haz lo que quieras —le dije rendido.
—Pues claro que sí —dijo, volvió a tomar la cerveza inclinando la cabeza hacia atrás y haciendo un limpio fondo.
¡Dios santo, esto no va a terminar bien! No sé cuantas cervezas más se tomó, pero se estaba excediendo. Después de terminar de tomar su, sexto vaso creo, se puso de pie y se tambaleó un poco, pero se equilibró.
—Voy a poner un poco de música —dijo señalando a la rockola.
—Ve, ve —dijo Susana sonriendo. Vi como caminaba.
—Deja de querer embriagarla Susana —le advertí.
—Ya esta ebria Lucas, pero déjala ser libre, que vuele, que explore…
—No, yo no quiero que explore —dije y vi como Laura chocaba levemente contra Hook.
Esté se giró a verla.
—Lo siento grandulón, no te vi —le dijo disculpándose y palmeando su pecho.
—No es nada bombón, ¿estás sola? —le preguntó él. Me puse de pie.
— ¡Hook, saca tu miserable vista de ella si no quieres terminar peor que la última vez! —lo amenacé. Esté me miró bien.
—Tranquilo, tranquilo. No sabía que era tuya —me dijo él. Laura se giró a verme.
—Aaay, que celoso —dijo con tono pícaro y rió —Ve tranquilo grandullón, Lucas está sensible últimamente, pero no voy a dejar que te haga daño —le dijo y siguió caminando hasta llegar a la rockola. Comenzó a buscar música. Hasta que se giró a vernos —¡No puedo creer que en este lugar tengan esto! —puso play y una conocida canción, pero no recuerdo su nombre comenzó a sonar.
—¡Vamos a bailar chicas!
Todas sonrieron, se pusieron de pie y comenzaron a moverse muy sexymente al ritmo de aquella canción. Giré mi cabeza para mirar a Susana.
—¿De quién es esa canción? —le pregunté.
—No puedo creer que esa canción siga ahí, pensé que la había quitado —dijo divertida y miró
a Laura—Se llama I love rock and roll de Britney Spears y me parece que a Laura le gusta bailarla.
Volví mi vista a Laura, y ella se movía sensualmente mientras caminaba hacia mí.
¡Diablos, no podía ser tan sexy!
Se acercó más a mí y tomó mi mano para ponerme de pie.
—Laura, no. Estás ebria —le dije cuando comenzó a bailar cerca de mí.
—Ya lo sé —me dijo y apoyó su espalda contra mi pecho, para luego bajar despacio y volver a subir. Giró y me miró a los ojos.
—Pero es tu culpa, por traerme aquí. Ahora lo aguantas.
Vi como Sergio e Iván reían divertidos ante mi notoria frustración de que ella estuviera haciendo eso. Provocando que mi sangre se calentara… y que otras partes de mi también.
Luego todas ellas se subieron a la barra, incluida Susana. No puedo creer que esto esté pasando.
Todas bailaban sensualmente sobre aquella barra, tocándose entre ellas y riendo divertidas. Pero mi mirada no podía salir de Laura. Sentí una mano apoyarse sobre mi hombro.
—Hermano, hermano. Como te provoca Laura ¿cierto? —me dijo Iván.
—Cállate —le dije sin dejar de mirarla.
—Te trae loco —aseguró Serg—Mira, te la estas comiendo con la mirada. Yo creo que si tuvieras súper poderes de la vista, ya le hubieses sacado la ropa.
De repente un idiota intentó bajar a Laura de la barra para tocarla o no sé que tenía entre manos, entonces reaccioné y me acerqué a él para sacarlo de un solo golpe de allí. La música dejó de sonar y se escucharon algunas botellas de vidrio caer al suelo, tomé a Laura y la subí a mi hombro.
— ¡Nos vamos! —le dije firme. Ella comenzó a patalear.
— ¡No, no quiero! ¡La estaba pasando bien, Lucas! —se quejó.
— ¡No me interesa, nos vamos! —sentencié.
— ¡Vuelve pronto Laura! —le gritó Susana.
—¡Claro que sí, Su! —contestó ella, mientras la llevaba encima mío como una bolsa de papas.
—Adiós muchachos, los veo luego —les dije a mis amigos y salí de allí.
La subí a la moto y prendí marcha hacia mi departamento. Yo no podía dejarla así en su casa, y tampoco podía quedarme en su casa. Tal vez cuando despierte, piense que soy un pervertido que le hizo algo o alguna cosa de esas. No dejó de decir tonterías en todo el camino. Se reía de cualquier cosa, y hasta logró hacerme reír a pesar de que yo iba a regañándola. Llegamos a mi casa y la ayudé a entrar.
La senté sobre la mesa y comencé a buscar el café.
—Nunca más, ¿entendiste? Nunca más te llevó a ese lugar —le dije.
—Eres un aburrido, solo tú quieres diversión —me dijo.
Me incorporé y la miré. Ella sonrió y yo solo negué con la cabeza.
—Ahora voy a hacerte un café para que se te vaya la borrachera que te echaste encima, como si no existiera un mañana.
— ¡Ni lo pienses! —me dijo y se bajó de la mesa.
Caminó hasta el sillón, en donde se acostó pesadamente —No voy a tomar café, odio el café.
—Tienes que tomarlo, ¿sino como se te va a ir eso?
—No lo sé, pero no voy a tomarlo —me aseguró —Búscame otra cosa, un vaso de agua o un
calmante para el dolor de cabeza que seguro me va a dar mañana. Pero café no tomó ni aunque me amenaces con matarme…
—Eres una niñita caprichosa. Juro por mi vida que jamás voy a volver a sacarte a ningún lado, para que luego te comportes así y tomes como una borracha y te pongas a bailar como Shakira sobre una barra y hagas que alguien más que yo te miré con deseo, porque…
Levanté mi cabeza para mirarla, y ella estaba profundamente dormida sobre el sillón.
Sonreí y con cuidado me acerqué a ella. Acomodé un poco unos mechones de su cabello.
—Solo tú puedes quedarte dormida, conmigo al lado —dije divertido.
Me acerqué más y la alcé en brazos para llevarla a dormir en la cama. Como todo caballero que soy no iba a dejarla dormir incómodamente en el sillón, la alcé firmemente. Ella, media dormida, colocó sus brazos alrededor de mis hombros y escondió su rostro en mi garganta. Sentí como respiraba profundamente. Detuve mi paso, ante el escalofrió que recorrió mi espalda.
—Como me gusta tu perfume —susurró —Es tan masculino, y te hace tan irresistible. No te lo había dicho antes pero…tu tatuaje es tan sexy, que hasta ganas de lamerlo tengo.
— ¿Ah si? —dije.
—Ajá —dijo ella. Tragué sonoramente.
Levantó su cabeza y me miró fijo a los ojos. Sonrió divertida, y luego hizo algo que yo no esperé que hiciera. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, se abrieron con cuidado tomándolos. Mis ojos estaban bien abiertos, mirándola a ella. Sus ojos estaban cerrados. Sin dejar de mirarla comencé a responder a su boca. Sus manos subieron por mi cuello a mí nuca y me acercaron más a ella, sus dedos acariciaron suaves mis cabellos. Entonces, sin intensión alguna, mis ojos se cerraron ante aquella sensación, mientras la tomaba con más firmeza entre mis brazos. Su boca se movía sensual sobre la mía, excitándome. Y cuando su lengua acarició con ansia la mía, creí que iba a volverme completamente loco. Se alejó despacio, y abrí mis ojos para mirarla. Sus ojos aun estaban cerrados, hasta que los abrió y sonrió. Se acercó de nuevo a mí y acarició mi nariz con la suya, para luego volver a apoyar su cabeza contra mi hombro.
— ¿Y eso por qué fue? —le pregunté agitado realmente me había gustado ese beso.
—Por ser horriblemente irresistible —contestó.
Escuché una pequeña risa de su parte, y entonces caminé hasta mi habitación. Con cuidado la acosté en la cama. Le quité los zapatos y la tapé con una pequeña manta. Salí de allí y luego de ir al baño me fui a acostar en el sillón. Coloqué mis brazos detrás de mi cabeza, mirando fijamente al techo. El dulce sabor de su boca aun no se había ido de la mía. La sensación caliente aun ardía en mis labios. Sacudí mi cabeza, yo no podía estar pensando eso. ¿Soy yo quien la está conquistando a ella o es ella quien me está conquistando a mi?
No, no, no. Claro que no. ¿Conquistarme a mí? Eso es imposible. Yo las conquisto, yo las uso y luego todo se termina. Así fue siempre, y así seguirá siendo. Esa es mi vida, es mi rutina y no la cambiaría por nada del mundo. Pero debo admitir que es la mujer con la que más relación social tuve en toda mi vida.
Ya, ya basta Lucas. Deja de pensar, todo está bien. Todo está saliendo acorde tus planes. Pronto Laura María Hernández García caerá a tus pies, como el resto. Es solo cuestión de tiempo, de esperar. No me cuesta nada esperar un poco más de tiempo que a las demás. Y creo que si vale la pena esperar por una noche con aquella hermosa chica.
— ¡Nos vamos! —le dije firme. Ella comenzó a patalear.
— ¡No, no quiero! ¡La estaba pasando bien, Lucas! —se quejó.
— ¡No me interesa, nos vamos! —sentencié.
— ¡Vuelve pronto Laura! —le gritó Susana.
—¡Claro que sí, Su! —contestó ella, mientras la llevaba encima mío como una bolsa de papas.
—Adiós muchachos, los veo luego —les dije a mis amigos y salí de allí.
La subí a la moto y prendí marcha hacia mi departamento. Yo no podía dejarla así en su casa, y tampoco podía quedarme en su casa. Tal vez cuando despierte, piense que soy un pervertido que le hizo algo o alguna cosa de esas. No dejó de decir tonterías en todo el camino. Se reía de cualquier cosa, y hasta logró hacerme reír a pesar de que yo iba a regañándola. Llegamos a mi casa y la ayudé a entrar.
La senté sobre la mesa y comencé a buscar el café.
—Nunca más, ¿entendiste? Nunca más te llevó a ese lugar —le dije.
—Eres un aburrido, solo tú quieres diversión —me dijo.
Me incorporé y la miré. Ella sonrió y yo solo negué con la cabeza.
—Ahora voy a hacerte un café para que se te vaya la borrachera que te echaste encima, como si no existiera un mañana.
— ¡Ni lo pienses! —me dijo y se bajó de la mesa.
Caminó hasta el sillón, en donde se acostó pesadamente —No voy a tomar café, odio el café.
—Tienes que tomarlo, ¿sino como se te va a ir eso?
—No lo sé, pero no voy a tomarlo —me aseguró —Búscame otra cosa, un vaso de agua o un
calmante para el dolor de cabeza que seguro me va a dar mañana. Pero café no tomó ni aunque me amenaces con matarme…
—Eres una niñita caprichosa. Juro por mi vida que jamás voy a volver a sacarte a ningún lado, para que luego te comportes así y tomes como una borracha y te pongas a bailar como Shakira sobre una barra y hagas que alguien más que yo te miré con deseo, porque…
Levanté mi cabeza para mirarla, y ella estaba profundamente dormida sobre el sillón.
Sonreí y con cuidado me acerqué a ella. Acomodé un poco unos mechones de su cabello.
—Solo tú puedes quedarte dormida, conmigo al lado —dije divertido.
Me acerqué más y la alcé en brazos para llevarla a dormir en la cama. Como todo caballero que soy no iba a dejarla dormir incómodamente en el sillón, la alcé firmemente. Ella, media dormida, colocó sus brazos alrededor de mis hombros y escondió su rostro en mi garganta. Sentí como respiraba profundamente. Detuve mi paso, ante el escalofrió que recorrió mi espalda.
—Como me gusta tu perfume —susurró —Es tan masculino, y te hace tan irresistible. No te lo había dicho antes pero…tu tatuaje es tan sexy, que hasta ganas de lamerlo tengo.
— ¿Ah si? —dije.
—Ajá —dijo ella. Tragué sonoramente.
Levantó su cabeza y me miró fijo a los ojos. Sonrió divertida, y luego hizo algo que yo no esperé que hiciera. Sus labios se apoyaron despacio sobre los míos, se abrieron con cuidado tomándolos. Mis ojos estaban bien abiertos, mirándola a ella. Sus ojos estaban cerrados. Sin dejar de mirarla comencé a responder a su boca. Sus manos subieron por mi cuello a mí nuca y me acercaron más a ella, sus dedos acariciaron suaves mis cabellos. Entonces, sin intensión alguna, mis ojos se cerraron ante aquella sensación, mientras la tomaba con más firmeza entre mis brazos. Su boca se movía sensual sobre la mía, excitándome. Y cuando su lengua acarició con ansia la mía, creí que iba a volverme completamente loco. Se alejó despacio, y abrí mis ojos para mirarla. Sus ojos aun estaban cerrados, hasta que los abrió y sonrió. Se acercó de nuevo a mí y acarició mi nariz con la suya, para luego volver a apoyar su cabeza contra mi hombro.
— ¿Y eso por qué fue? —le pregunté agitado realmente me había gustado ese beso.
—Por ser horriblemente irresistible —contestó.
Escuché una pequeña risa de su parte, y entonces caminé hasta mi habitación. Con cuidado la acosté en la cama. Le quité los zapatos y la tapé con una pequeña manta. Salí de allí y luego de ir al baño me fui a acostar en el sillón. Coloqué mis brazos detrás de mi cabeza, mirando fijamente al techo. El dulce sabor de su boca aun no se había ido de la mía. La sensación caliente aun ardía en mis labios. Sacudí mi cabeza, yo no podía estar pensando eso. ¿Soy yo quien la está conquistando a ella o es ella quien me está conquistando a mi?
No, no, no. Claro que no. ¿Conquistarme a mí? Eso es imposible. Yo las conquisto, yo las uso y luego todo se termina. Así fue siempre, y así seguirá siendo. Esa es mi vida, es mi rutina y no la cambiaría por nada del mundo. Pero debo admitir que es la mujer con la que más relación social tuve en toda mi vida.
Ya, ya basta Lucas. Deja de pensar, todo está bien. Todo está saliendo acorde tus planes. Pronto Laura María Hernández García caerá a tus pies, como el resto. Es solo cuestión de tiempo, de esperar. No me cuesta nada esperar un poco más de tiempo que a las demás. Y creo que si vale la pena esperar por una noche con aquella hermosa chica.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Capítulo 15
Comencé a caminar para salir de aquella habitación y los pasos de Laura fueron torpes detrás de mí, ya que yo tiraba de su mano para que lo hiciera. Giré mi cabeza para mirarla.
—Pero, ¿Qué demonios haces? —me preguntó.—Tú solo camina —le dije y tiré más de su mano, para acercarla a mí.Álvarez salió de la habitación.
—Laura, ¿A dónde vas? —le preguntó.
—Tenemos cosas que hacer, Álvarez —contesté por ella.
—Laura, te estoy hablando —dijo él. Detuve nuestros pasos y me giré a verlo.
— ¿Acaso no te has dado cuenta de que estas enfermo? Así de pie y encima descalzo no vas a curarte más Álvarez, será mejor que vuelvas a la cama.
Vi como su cara se tornaba rojo de la rabia.
—Laura, vuelve aquí —le exigió de manera autoritaria, como si ella fuera un perro o algo así.
Ella lo miró fijo por unos cuantos segundos, y luego me miró a mí.
—No soy una de tus niñeras, para hacer lo que quieras —le dijo ella. Sonreí levemente y ella me volvió a mirar —Vamos.
—Vamos, cariño —dije y volvimos a caminar.
Tuve unas ganas tremendas de girar a ver como había quedado Álvarez, pero no lo hice, para poder llegar más rápido a la salida. Además de que había dejado sin protección a mi Betty. Salimos y con cuidado ella soltó mi mano.
—Ya no es necesario que me agarres de la mano —me dijo.
—Está bien, está bien —le dije y me subí a la moto —Sube, vamos.
— ¿A dónde? —me preguntó frunciendo el entrecejo.
—Tú solo sube, yo luego te digo.
Se subió y prendí marcha hacia lo de Amanda. Sabía perfectamente que si le decía que la llevaría a lo de Amanda se iba a negar rotundamente. Llegamos a una pequeña casa, que se encontraba cerca de el instituto. Allí vivía la rubia insoportable de Amanda Barbados.
Laura se bajó y luego me bajé yo.
— ¿Podrías decirme en donde estamos? —volvió a preguntar.
—Ya lo verás —dije y tomé de su mano, para caminar hasta la puerta de la casa.
Toqué el timbré y más rápido de lo que esperaba la puerta se abrió. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en el rostro de la rubia.
—Viniste —dijo con voz chillona.
Sentí como la mano de Laura apretaba con fuerza la mía. Entonces, con un solo tirón la presenté adelante, para que la viera. La sonrisa de Amanda se esfumó más rápido que un ‘hola, qué tal’ Sus ojos verdes miel se clavaron con asombro y enojo sobre la pequeña figura de Laura. Arrastrando la vista me miró a mí. Yo solo sonreía como si nada pasara.
— No sabía que venías acompañado —me dijo apretando los dientes.
—Y desde ahora en más, va a ser así casi siempre —le dije.
Volvió su vista a Laura y vi como su rostro cambiada radicalmente.
—Entren —sentenció y entró a su casa.
—¿Qué es esto? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Acaso quieres vengarte de mí por haber ido a lo de Jorge? —me preguntó por lo bajo.
—No, no es eso. Te traje como escudo anti-Amanda —dije por lo bajo para que la rubia que estaba delante nuestro no escuchara —Además de que no iba a dejarte con el neandertal de Álvarez.
—Me debes una grande, Suarez —musitó. La miré de costado y le sonreí.
—Demás está decirlo, cuando quieras te pago cariño —dije.
Amanda detuvo su paso y se giró a vernos. Quizás nos escuchó.
—Pueden sentarse ahí, ya traigo las cosas para el trabajo —dijo de mala gana y se metió en una puerta.
—Creo que no puede odiarme más porque no tiene capacidad mental para hacerlo —dijo Laura mientras se sentaba.
—No le hagas caso, está loca —le dije mientras me sentaba a su lado.
—Sí, y es por tu culpa —me dijo.
—Ya, ya cariño, no me sigas regañando —le pedí.
Amanda entró y apoyó, con algo de fuerza, los libros sobre la mesa. Despreocupada Laura, sacó su celular y comenzó a escribir en el. Miré a Amanda, y esta se sentó frente a mí.
—Bueno, ¿Qué hay que hacer? —le pregunté.
—Es un trabajo que mandó la profesora de contaduría. Quiere que realicemos un análisis general de no sé qué cosa.
—Análisis general del consumidor final —habló María sin dejar de escribir en su celular.
Amanda le lanzó una venenosa mirada y volvió la vista a mí. Traté de no reír, pero me fue imposible. Así que la rubia me miró con enojo.
—Sí, ¿y qué más? —le dije para que volviera a concentrarse en el tema.
—Eso, y hacer un gráfico con las estadísticas del mes —me dijo.
—Empecemos —dije y tomé el papel. Pero mis ganas de ir al baño impidieron que empezáramos. —Amanda, ¿Dónde está el baño?
—Esa puerta de allí —me dijo y me la señaló con el dedo.
—Ya vuelvo señoritas —me disculpé y salí de allí.
Entré al baño, hice lo necesario y volví a salir. Detuve mis pasos al escuchar la voz de Amanda.
—Te lo advierto querida, va a ser mejor que te alejes de Lucas —le dijo.
—Escúchame bien peliteñida —le habló Laura —Me parece que al fin la pintura barata que utilizas quemó las pocas neuronas que tenías. Ya no me van tus estúpidas amenazas. Y si no quieres terminar peor que la primera vez, mejor cierra la boca…
—Eres una… —entré a la sala antes de que la cosa pasara a mayores. Refrené una sonrisa, Laura María había dejado bien en claro quién de las dos era más peligrosa.
—Bueno, ahora si podemos comenzar —dije mientras me sentaba de nuevo.
Los minutos pasaban y yo ya me estaba volviendo loco con todo esto. Es que es increíble que haya gente como Amanda en el mundo. De verdad es algo que no logro entender.
—Amanda, linda, pon atención. Las cosas no son así —le dije por décima quinta vez. Era la décima quinta vez que le explicaba lo mismo. Ella soltó una tonta risita. ¡Agh, como exaspera! Y aún no puedo creer como tuve el valor de acostarme con ella, pero nunca más lo hago. Lo juro por mi hombría, que jamás me vuelvo a acostar con chicas así.
Aunque como ya dije una vez nunca hago caso de mis propias palabras.
—Es que no lo entiendo —dijo ella.
Miré de reojo a Laura, y seguía concentrada con su celular. Solté un suspiro.
—No importa Amanda, ¿Por qué no vas a traer algo de comer? —le pregunté.
Ella asintió y se puso de pie para ir a buscar lo que le encargué. Giré mi cabeza para mirar a
Laura. Ella levantó su vista del celular para mirarme también.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—No soy un genio, no pongo atención en clases, pero dime por favor que no fue mi imaginación la completa falta de, ya no inteligencia, sino SENTIDO COMÚN en Amanda —le dije. Ella sonrió levemente.
—Vamos Suarez, ¿Acaso no conoces la clase de chica que está frente a ti? No tiene ni dos dedos de frente, y se cree dueña del mundo —dijo y volvió su vista a su celular.
— ¿Qué estás haciendo con el celular? —le pregunté.
—Estoy jugando —contestó sin dejar de mirar la pantalla.
—Ayúdame —le imploré.
Volvió a clavar su vista en mí, y sentí muchos deseos de besarla. Pero no a la fuerza, de besarla y que ella estuviera completamente de acuerdo con ello. Soltó un suspiro y guardó el celular para acercarse a la hoja que yo tenía en mi mano. Más rápido de lo que hubiese esperado, ella y yo terminamos el bendito trabajo. Con personas así si da gusto trabajar y hacer las cosas.
—Gracias —le susurré cuando vimos que Amanda entraba a la sala con una bandeja en la mano. Me puse de pie y tomé la mano de Laura para que también lo hiciera. Amanda nos miró bien, y apoyó la bandeja sobre la mesa —Amanda, ya terminé el trabajo. Y perdón por no esperarte para hacerlo juntos, pero tengo que irme a hacer unos trámites muy importantes.
—Pero… —habló ella.
—Nos vemos el lunes en el instituto —dije mientras empujaba levemente a Laura para que caminara hacia la puerta —No te olvides de llevar el trabajo por favor. Adiós y gracias por tu hospitalidad.
—Adiós —escuché como decía con la voz apagada. Salimos de su casa y seguí empujando levemente a Laura hasta la moto. Ella se giró a verme cuando llegamos.
— ¿Qué? —le dije.
— ¿Sabes? Me dio pena —dijo. Sonreí.
— ¿Quién?
—La rubia teñida.
—Cariño, no le tengas pena. Ya te dije que está loca. Ahora sube a la moto, vamos a un lugar que conozco.
—No, no quiero ir a ningún lugar contigo.
— ¿Por qué no?
—Porque eres un hombre horrible, un insensible, nada te importa… ni siquiera lo que esa loca sienta —me dijo.
Sonreí y negué con la cabeza soltando un suspiro.
—Bueno, si soy todo eso. Pero vamos, me hiciste un favor ¿o no? —dije. Ella asintió —Bueno, vamos a tomar algo. Sergio e Iván nos esperan allí.
— ¿Y cómo sé que no me estas mintiendo?
— ¿Acaso crees que yo sería capaz de hacerte algo? —le pregunté. Me miró fijo a los ojos por unos cuantos segundos. Sonrió levemente.
—No —dijo negando con la cabeza.
—Ah bien, entonces hazme el favor de subir ¿si?
Ella asintió como una niña pequeña y subió a la moto, para luego yo subirme detrás de ella. Arranqué y manejé a través de las ruidosas calles, hasta llegar al bar.
—Oye, ¿se puede saber que fue eso de MI Laura? —me preguntó de la nada.
Sonreí divertido, mientras continuaba manejando.
—Es una forma de expresión territorial, cariño —le contesté. Ella se giró a verme.
— ¿Y acaso yo soy un territorio?
—Ajá, mi territorio.
—En tus sueños Suarez.
—Y en los tuyos también, cariño —dije y besé su mejilla. Ella me miró con recelo. Era de noche, casi las 9. La tarde se nos había pasado en casa de Álvarez y Amanda. Se bajó y miró a su alrededor. A lo lejos vi como dos personas se acercaban a nosotros. Tomé la mano de Laura y la acerqué a mí, para mantenerla segura. Hasta que reconocí quienes eran.
—Hey, ¿Qué hacen aquí? —preguntó Sergio mientras se acercaba más y saluda con un abrazo a Laura. Ella le devolvió el gesto. Iván también la saludó afectuosamente. Luego ambos me miraron venenosamente.
— ¿No se te ocurrió llevar a Laura a un mejor lugar? —me preguntó Iván. Me encogí de hombros y negué con la cabeza.
—Laura disculpa la falta de sensibilidad de Lu, no sé que estaba pensando al traerte a nuestro cuchitril —le dijo Sergio.
— ¿Acaso es tan malo? —preguntó ella.
Los dos lame botas confianzudos asintieron con la cabeza.
—No es lugar para una señorita como tú —dijo Iván.
—Aunque creo amigo —le dijo Sergio a Iván apoyando una de sus manos sobre su hombro y mirando a Laura —Que no hay lugar perfecto para ella.
—Aw, son tan tiernos —dijo ella sonriendo levemente.
—¿Ya se cansaron de ridiculizarme frente a mi María? —les dije y ambos me miraron. Iván negó con la cabeza. Le gruñí por lo bajo —Vamos, entremos.
Entramos y lo primero que nos invadió fue el olor a cigarrillo. Para la hora que era el lugar ya estaba lleno de aquellos hombres que se la podían pasar horas allí dentro. Vi como Laura miraba con atención a su alrededor. Su mirada se fijó en las muchachas que estaban sentadas sobre los regazos de los que estaban jugando al truco.
Se giró a verme.
—Ellas son las “damas de compañía” —le dije. Ella volvió a mirarlas —Pero solo se meten con los hombres mayores de 21 años. Nosotros no estamos a su altura.
—Y dime Laura, ahora que Lucas es tu garrapata incómoda, ¿te agrada un poco más? —le preguntó Iván. Ella sonrió.
—Y pues… hay veces en las que es insoportable… pero te acostumbras —dijo divertida.
—Me ama, pero esta terca en negarlo —dije yo. Sergio se giró a verme.
—A mi me parece que el que lo niega más es otro —murmuró él.
Lo miré mal y nos sentamos en una de las mesas. Laura miraba curiosa a su alrededor, como inspeccionando el lugar.
— ¿Te gusta? —le pregunté. Volvió su vista a mí.
—El lugar es así como de época, pero moderno. Es lindo.
—Espera a ver cuando se ponga linda la cosa —musitó Sergio. Lo pateé por debajo de la mesa. Siseó e intentó devolverme el golpe, pero se lo dio a Iván. Laura bajó la cabeza y rió divertida.
—Ya basta, dejen de comportarse con niños. Vamos a pasarla lindo —dijo ella.
—Así se habla cariño, así se habla —le dije.
—Pero, ¿Qué demonios haces? —me preguntó.—Tú solo camina —le dije y tiré más de su mano, para acercarla a mí.Álvarez salió de la habitación.
—Laura, ¿A dónde vas? —le preguntó.
—Tenemos cosas que hacer, Álvarez —contesté por ella.
—Laura, te estoy hablando —dijo él. Detuve nuestros pasos y me giré a verlo.
— ¿Acaso no te has dado cuenta de que estas enfermo? Así de pie y encima descalzo no vas a curarte más Álvarez, será mejor que vuelvas a la cama.
Vi como su cara se tornaba rojo de la rabia.
—Laura, vuelve aquí —le exigió de manera autoritaria, como si ella fuera un perro o algo así.
Ella lo miró fijo por unos cuantos segundos, y luego me miró a mí.
—No soy una de tus niñeras, para hacer lo que quieras —le dijo ella. Sonreí levemente y ella me volvió a mirar —Vamos.
—Vamos, cariño —dije y volvimos a caminar.
Tuve unas ganas tremendas de girar a ver como había quedado Álvarez, pero no lo hice, para poder llegar más rápido a la salida. Además de que había dejado sin protección a mi Betty. Salimos y con cuidado ella soltó mi mano.
—Ya no es necesario que me agarres de la mano —me dijo.
—Está bien, está bien —le dije y me subí a la moto —Sube, vamos.
— ¿A dónde? —me preguntó frunciendo el entrecejo.
—Tú solo sube, yo luego te digo.
Se subió y prendí marcha hacia lo de Amanda. Sabía perfectamente que si le decía que la llevaría a lo de Amanda se iba a negar rotundamente. Llegamos a una pequeña casa, que se encontraba cerca de el instituto. Allí vivía la rubia insoportable de Amanda Barbados.
Laura se bajó y luego me bajé yo.
— ¿Podrías decirme en donde estamos? —volvió a preguntar.
—Ya lo verás —dije y tomé de su mano, para caminar hasta la puerta de la casa.
Toqué el timbré y más rápido de lo que esperaba la puerta se abrió. Una sonrisa de oreja a oreja se dibujaba en el rostro de la rubia.
—Viniste —dijo con voz chillona.
Sentí como la mano de Laura apretaba con fuerza la mía. Entonces, con un solo tirón la presenté adelante, para que la viera. La sonrisa de Amanda se esfumó más rápido que un ‘hola, qué tal’ Sus ojos verdes miel se clavaron con asombro y enojo sobre la pequeña figura de Laura. Arrastrando la vista me miró a mí. Yo solo sonreía como si nada pasara.
— No sabía que venías acompañado —me dijo apretando los dientes.
—Y desde ahora en más, va a ser así casi siempre —le dije.
Volvió su vista a Laura y vi como su rostro cambiada radicalmente.
—Entren —sentenció y entró a su casa.
—¿Qué es esto? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Acaso quieres vengarte de mí por haber ido a lo de Jorge? —me preguntó por lo bajo.
—No, no es eso. Te traje como escudo anti-Amanda —dije por lo bajo para que la rubia que estaba delante nuestro no escuchara —Además de que no iba a dejarte con el neandertal de Álvarez.
—Me debes una grande, Suarez —musitó. La miré de costado y le sonreí.
—Demás está decirlo, cuando quieras te pago cariño —dije.
Amanda detuvo su paso y se giró a vernos. Quizás nos escuchó.
—Pueden sentarse ahí, ya traigo las cosas para el trabajo —dijo de mala gana y se metió en una puerta.
—Creo que no puede odiarme más porque no tiene capacidad mental para hacerlo —dijo Laura mientras se sentaba.
—No le hagas caso, está loca —le dije mientras me sentaba a su lado.
—Sí, y es por tu culpa —me dijo.
—Ya, ya cariño, no me sigas regañando —le pedí.
Amanda entró y apoyó, con algo de fuerza, los libros sobre la mesa. Despreocupada Laura, sacó su celular y comenzó a escribir en el. Miré a Amanda, y esta se sentó frente a mí.
—Bueno, ¿Qué hay que hacer? —le pregunté.
—Es un trabajo que mandó la profesora de contaduría. Quiere que realicemos un análisis general de no sé qué cosa.
—Análisis general del consumidor final —habló María sin dejar de escribir en su celular.
Amanda le lanzó una venenosa mirada y volvió la vista a mí. Traté de no reír, pero me fue imposible. Así que la rubia me miró con enojo.
—Sí, ¿y qué más? —le dije para que volviera a concentrarse en el tema.
—Eso, y hacer un gráfico con las estadísticas del mes —me dijo.
—Empecemos —dije y tomé el papel. Pero mis ganas de ir al baño impidieron que empezáramos. —Amanda, ¿Dónde está el baño?
—Esa puerta de allí —me dijo y me la señaló con el dedo.
—Ya vuelvo señoritas —me disculpé y salí de allí.
Entré al baño, hice lo necesario y volví a salir. Detuve mis pasos al escuchar la voz de Amanda.
—Te lo advierto querida, va a ser mejor que te alejes de Lucas —le dijo.
—Escúchame bien peliteñida —le habló Laura —Me parece que al fin la pintura barata que utilizas quemó las pocas neuronas que tenías. Ya no me van tus estúpidas amenazas. Y si no quieres terminar peor que la primera vez, mejor cierra la boca…
—Eres una… —entré a la sala antes de que la cosa pasara a mayores. Refrené una sonrisa, Laura María había dejado bien en claro quién de las dos era más peligrosa.
—Bueno, ahora si podemos comenzar —dije mientras me sentaba de nuevo.
Los minutos pasaban y yo ya me estaba volviendo loco con todo esto. Es que es increíble que haya gente como Amanda en el mundo. De verdad es algo que no logro entender.
—Amanda, linda, pon atención. Las cosas no son así —le dije por décima quinta vez. Era la décima quinta vez que le explicaba lo mismo. Ella soltó una tonta risita. ¡Agh, como exaspera! Y aún no puedo creer como tuve el valor de acostarme con ella, pero nunca más lo hago. Lo juro por mi hombría, que jamás me vuelvo a acostar con chicas así.
Aunque como ya dije una vez nunca hago caso de mis propias palabras.
—Es que no lo entiendo —dijo ella.
Miré de reojo a Laura, y seguía concentrada con su celular. Solté un suspiro.
—No importa Amanda, ¿Por qué no vas a traer algo de comer? —le pregunté.
Ella asintió y se puso de pie para ir a buscar lo que le encargué. Giré mi cabeza para mirar a
Laura. Ella levantó su vista del celular para mirarme también.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—No soy un genio, no pongo atención en clases, pero dime por favor que no fue mi imaginación la completa falta de, ya no inteligencia, sino SENTIDO COMÚN en Amanda —le dije. Ella sonrió levemente.
—Vamos Suarez, ¿Acaso no conoces la clase de chica que está frente a ti? No tiene ni dos dedos de frente, y se cree dueña del mundo —dijo y volvió su vista a su celular.
— ¿Qué estás haciendo con el celular? —le pregunté.
—Estoy jugando —contestó sin dejar de mirar la pantalla.
—Ayúdame —le imploré.
Volvió a clavar su vista en mí, y sentí muchos deseos de besarla. Pero no a la fuerza, de besarla y que ella estuviera completamente de acuerdo con ello. Soltó un suspiro y guardó el celular para acercarse a la hoja que yo tenía en mi mano. Más rápido de lo que hubiese esperado, ella y yo terminamos el bendito trabajo. Con personas así si da gusto trabajar y hacer las cosas.
—Gracias —le susurré cuando vimos que Amanda entraba a la sala con una bandeja en la mano. Me puse de pie y tomé la mano de Laura para que también lo hiciera. Amanda nos miró bien, y apoyó la bandeja sobre la mesa —Amanda, ya terminé el trabajo. Y perdón por no esperarte para hacerlo juntos, pero tengo que irme a hacer unos trámites muy importantes.
—Pero… —habló ella.
—Nos vemos el lunes en el instituto —dije mientras empujaba levemente a Laura para que caminara hacia la puerta —No te olvides de llevar el trabajo por favor. Adiós y gracias por tu hospitalidad.
—Adiós —escuché como decía con la voz apagada. Salimos de su casa y seguí empujando levemente a Laura hasta la moto. Ella se giró a verme cuando llegamos.
— ¿Qué? —le dije.
— ¿Sabes? Me dio pena —dijo. Sonreí.
— ¿Quién?
—La rubia teñida.
—Cariño, no le tengas pena. Ya te dije que está loca. Ahora sube a la moto, vamos a un lugar que conozco.
—No, no quiero ir a ningún lugar contigo.
— ¿Por qué no?
—Porque eres un hombre horrible, un insensible, nada te importa… ni siquiera lo que esa loca sienta —me dijo.
Sonreí y negué con la cabeza soltando un suspiro.
—Bueno, si soy todo eso. Pero vamos, me hiciste un favor ¿o no? —dije. Ella asintió —Bueno, vamos a tomar algo. Sergio e Iván nos esperan allí.
— ¿Y cómo sé que no me estas mintiendo?
— ¿Acaso crees que yo sería capaz de hacerte algo? —le pregunté. Me miró fijo a los ojos por unos cuantos segundos. Sonrió levemente.
—No —dijo negando con la cabeza.
—Ah bien, entonces hazme el favor de subir ¿si?
Ella asintió como una niña pequeña y subió a la moto, para luego yo subirme detrás de ella. Arranqué y manejé a través de las ruidosas calles, hasta llegar al bar.
—Oye, ¿se puede saber que fue eso de MI Laura? —me preguntó de la nada.
Sonreí divertido, mientras continuaba manejando.
—Es una forma de expresión territorial, cariño —le contesté. Ella se giró a verme.
— ¿Y acaso yo soy un territorio?
—Ajá, mi territorio.
—En tus sueños Suarez.
—Y en los tuyos también, cariño —dije y besé su mejilla. Ella me miró con recelo. Era de noche, casi las 9. La tarde se nos había pasado en casa de Álvarez y Amanda. Se bajó y miró a su alrededor. A lo lejos vi como dos personas se acercaban a nosotros. Tomé la mano de Laura y la acerqué a mí, para mantenerla segura. Hasta que reconocí quienes eran.
—Hey, ¿Qué hacen aquí? —preguntó Sergio mientras se acercaba más y saluda con un abrazo a Laura. Ella le devolvió el gesto. Iván también la saludó afectuosamente. Luego ambos me miraron venenosamente.
— ¿No se te ocurrió llevar a Laura a un mejor lugar? —me preguntó Iván. Me encogí de hombros y negué con la cabeza.
—Laura disculpa la falta de sensibilidad de Lu, no sé que estaba pensando al traerte a nuestro cuchitril —le dijo Sergio.
— ¿Acaso es tan malo? —preguntó ella.
Los dos lame botas confianzudos asintieron con la cabeza.
—No es lugar para una señorita como tú —dijo Iván.
—Aunque creo amigo —le dijo Sergio a Iván apoyando una de sus manos sobre su hombro y mirando a Laura —Que no hay lugar perfecto para ella.
—Aw, son tan tiernos —dijo ella sonriendo levemente.
—¿Ya se cansaron de ridiculizarme frente a mi María? —les dije y ambos me miraron. Iván negó con la cabeza. Le gruñí por lo bajo —Vamos, entremos.
Entramos y lo primero que nos invadió fue el olor a cigarrillo. Para la hora que era el lugar ya estaba lleno de aquellos hombres que se la podían pasar horas allí dentro. Vi como Laura miraba con atención a su alrededor. Su mirada se fijó en las muchachas que estaban sentadas sobre los regazos de los que estaban jugando al truco.
Se giró a verme.
—Ellas son las “damas de compañía” —le dije. Ella volvió a mirarlas —Pero solo se meten con los hombres mayores de 21 años. Nosotros no estamos a su altura.
—Y dime Laura, ahora que Lucas es tu garrapata incómoda, ¿te agrada un poco más? —le preguntó Iván. Ella sonrió.
—Y pues… hay veces en las que es insoportable… pero te acostumbras —dijo divertida.
—Me ama, pero esta terca en negarlo —dije yo. Sergio se giró a verme.
—A mi me parece que el que lo niega más es otro —murmuró él.
Lo miré mal y nos sentamos en una de las mesas. Laura miraba curiosa a su alrededor, como inspeccionando el lugar.
— ¿Te gusta? —le pregunté. Volvió su vista a mí.
—El lugar es así como de época, pero moderno. Es lindo.
—Espera a ver cuando se ponga linda la cosa —musitó Sergio. Lo pateé por debajo de la mesa. Siseó e intentó devolverme el golpe, pero se lo dio a Iván. Laura bajó la cabeza y rió divertida.
—Ya basta, dejen de comportarse con niños. Vamos a pasarla lindo —dijo ella.
—Así se habla cariño, así se habla —le dije.
Capítulo 14
Mis ojos estaban clavados en los suyos. Esas profundidades azules, estaban llenas de emociones, llenas de amenazas, y podría decirse que hasta de miedos.
—Bueno, vamos a comenzar —habló Paula.
Laura giró la cabeza para mirarla.
—Bueno, vamos a comenzar —habló Paula.
Laura giró la cabeza para mirarla.
— ¿Tú vas a sacar las fotos? —le preguntó algo nerviosa.
—Sí, ¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.
—No, nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.
— ¿Qué sucede? —le pregunté.
—Esperaba que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.
— ¿Por qué?
—Porque a veces… pide demasiado…
—Ahora Lucas, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Laura y acércala a ti cuando yo te diga —me dijo.
Hice lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente contra mi pecho.
—Perfecto —habló Paula —Ahora mírense a los ojos. Laura pon tus manos sobre sus hombros y acércate más a su rostro.
Laura giró la cabeza para mirarla.
—Paula… —la llamó por su nombre, como forma de advertencia.
—Haz lo que te digo —dijo ella. Laura obedeció y se acercó más a mí —María, quiero que dirijas tu mirada a la cámara. Tú Lucas, solo mírala a ella.
Otro flash iluminó todo.
— ¿Cuántas fotos más vas a sacar? —preguntó Laura.
—Varias, varias —contestó rápidamente Paula —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.
—Tus peticiones son ordenes para mi, Paula —le hablé.
—¡Nooo! —gritó ella Laura.
—¡Laura, actúa como si desearas a Lucas o te reduzco el sueldo! —la amenazó.
—Vamos tempanito de hielo, haz caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!
—Como los odio —musitó ella.
—Ahora Lucas, levanta a Laura sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del parche en donde está la marca y la otra en su espalda.
—Mamá, ¿desde cuándo las fotografías se volvieron tan… pornográficas?
—Ay Laura, eres tan… quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto rápido.
Ella murmuró algo que no logré entender.
—Vamos cariño, arriba —le dije y la alcé sobre mí.
Sus piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco ante el adictivo aroma de su perfume.
—Laura, peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.
Parecía que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome hacia atrás, y sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.
Luego de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó sola, y de verdad parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses solo, y debo decir que soy más bueno de lo que pensaba.
— ¡Excelente, hemos terminado! —dijo Paula contenta. Todos aplaudieron —Muchachos, las fotos son increíbles, hermosas.
—Voy a cambiarme —sentenció Laura sin prestar atención a su madre. Paula se giró a verme.
—Ahora está irritada, pero ya se le va a pasar —me aseguró.
Asentí y me fui a cambiar.
Cuando volví ella ya estaba, guardando unas cosas dentro de su cartera. Me acerqué a ella.
—Comentas algo sobre esto, y te juro que iré a buscarte y te arrancaré uña por uña, ¿escuchaste?
— ¡Gente, estás fotos van a la portada! —gritó Paula desde su despacho.
— ¡¿Qué?! —preguntó Laura dándose vuelta para mirar a la oficina de su madre.
Sonreí levemente y me acerqué hasta su oído. Ella estaba de espaldas.
—Por mí, nadie se enterará —le dije. Se giró a verme rápidamente.
—Por favor, por lo que más quieras, renuncia —me dijo. Reí por lo bajo.
— ¿Y perderme la oportunidad de poder apreciarte los fines de semana? —le dije.
— ¿No te parece que ya son suficientes los días que tengo que soportarte en el instituto?
Sonreí con los labios apretados y respiré profundamente.
—No, ¿algo más?
Me miró con ojos venenosos. Y si las miradas mataran, hace rato que a mi ya me estarían velando.
—Eres una peste, pero ya voy a encontrar la forma de deshacerme de ti.
—Que linda eres —dije con tono dulce —Yo también te adoro, cariño.
Hizo un sonido de indignación y tomó su abrigo.
— ¡Paula! —la llamó. Está se asomó por la puerta — ¡Me voy a cuidar a Jorge! ¡Adiós!
Paula salió rápidamente de la oficina y se acercó a nosotros. Miré a Laura.
¡Oh, si no estuviera condicionado por un juez, sería por algo más que una simple gripe que lo tendría que cuidar!
—Bueno, te llevo —le dije. Ella se giró a verme aterrada.
—¡No, no, no, no! ¡Claro que no! No necesito nada de ti —me dijo nerviosa.
—Claro que si, sabes que no me gusta que andes sola por ahí. Y ya que tu auto aún no está listo lo mejor va a ser que Lucas te lleve a donde necesites —le dijo su madre, que luego me miró a mí —Voy a pagarte a parte para que seas su chofer.
—No Paula, esa va gratis —dije y le guiñé un ojo.
—Oh, eres tan tierno —me dijo ella con una sonrisa.
—Puras tonterías —susurró Laura, pero logré escucharla.
—Tonterías las que usted hace jovencita, y nadie le puede decir nada. Ahora si es tan amable de dirigirse a mi moto que yo la llevare —le dije y le hice un gesto para que caminara.
— ¡Qué no! —dijo ella —Jorge no te soporta.
—Ni yo a él, así que el sentimiento es mutuo. Te dejaré ahí, y te esperaré afuera.
Soltó un suspiró de cansancio.
— ¿Dónde dejaste la moto? —me preguntó rendida. Sonreí.
— ¡Eso es Lucas! —me felicitó Paula —Ahora en adelante te llamare cuando no quiera comer carne.
— ¡Já, ni loca! —advirtió Laura —A mí no me haces comer carne, nunca más.
—Ya veremos —le dije.
Ella me miró fijo, y creo que entendió el otro sentido de lo que le acababa de decir.
—Bueno, vayan —dijo Paula y besó la frente de su hija.
Se fue de nuevo a su oficina. Me giré a ver a Laura y le hice un gesto para que caminara. Suspiró y comenzó a caminar. Nos subimos al ascensor y bajamos hasta el estacionamiento, en donde me había ido a dejar mi moto, luego de hablar con Paula.
— ¿Podrías decirme que se te dio por venir hoy aquí? —me preguntó.
Sonreí y me subí a la moto, le hice una seña para que subiera delante de mí. Revoleó los ojos y se subió. Se acomodó bien y se sentó derecha.
—Ya te dije, necesitaba algo que hacer los fines de semana —le dije cerca de su oído.
—¿Y por qué tenía que ser esto? ¿Por qué me odias?
Reí por lo bajo, haciendo que ella girara su cabeza para mirarme. Aun no había prendido la moto. Recorrí su rostro con la mirada, buscándole alguna imperfección. Algún error en su creación y confección. No había nada, ella era simplemente… perfecta.
—Yo no te odio, cariño —dije sin dejar de mirarla.
—Pues no parece —dijo y volvió su vista al frente.
Sonreí y arranqué la moto. Me dio la dirección de Alvarez, y el muy desgraciado vive a unas pocas cuadras de mi departamento. Llegamos y frené frente a una gran casa. Reí por lo bajo. El imbécil aún vive con sus padres, no puedo creerlo.
— ¿Vive con sus padres? —le pregunté a Laura, mientras ella se bajaba de la moto.
—Sí —dijo ella y no pudo evitar sonreír, pero al instante dejó de hacerlo —Es solo hasta que se encuentre algo que le guste para vivir.
—Sí, seguro.
—Puedes irte, no hace falta que me esperes, no sé a qué hora terminaré.
—No cariño, ve tranquila, pero aquí me quedaré. Se lo prometí a tu madre…
Me miró con cara de fastidio.
— ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?
—No cariño, no tengo nada mejor que hacer.
Giró sobre si misma y caminó a grande zancadas hasta la puerta de la gran casa que estaba frente a mí. Reí divertido y vi como desaparecía detrás de la puerta. Solté un suspiró y miré a mi alrededor. Había un Starbucks a menos de una cuadra. Dejé la moto y fui en busca de un delicioso frapuchino. Me quedé sentado en una de las mesas, perdiendo un poco de mi tiempo. ¿Cuánto tiempo creen que estará allí dentro Laura? ¿No mucho, verdad? Luego de estar una hora allí sentado, me puse de pie y volví hacia mi moto. Me apoyé sobre ella, sin dejar de mirar hacia la puerta. Miré mi reloj, ella aun no salía. Tomé un cigarrillo y lo prendí para poder fumar tranquilo. Sentí como algo vibraba en mi bolsillo, me sobresalté un poco y me di cuenta de que era mi celular. Lo tomé y miré la pantalla. No sabía quién era, pues no tenía agendado su número.
—¿Hola? —dije al atender.
—Hola Lu —me habló. Fruncí el ceño al no reconocerla.
—Hola…
—Amanda tonto, soy Amanda.
¡Diablos! ¿Para qué mierda conteste?
—Aaah, Amanda —dije.
—¿Acaso no me tienes agendada en tu celular? —preguntó.
—Mmm, si lo que pasa es que no me había fijado quien era al atender —le mentí.
—Bueno, no importa. ¿Dónde estás?
—Por ahí.
—Lucas, ¿Qué tengo que hacer para que vengas a hacer de una buena vez el maldito trabajo de contaduría?
— ¿Qué trabajo? —le pregunté.
— ¡El trabajo que nos mandaron a hacer de a grupo!
—Oooh, si el trabajo —dije al recordarlo.
—Tenemos que hacerlo hoy mismo. Es para el lunes.
—¿Quién más está en el grupo? —le pregunté.
—Nadie. Solo nosotros dos…
—¿Quién hizo los grupos?
—¡La profesora tonto! —dijo con voz chillona y soltando una estúpida risita.
¡Aaag, como me exaspera!
—Está bien, voy para tu casa.
—Perfecto, aquí te espero.
Colgué y miré a la casa de Alvarez. No, yo no iba a irme sin Laura de aquí.
Tiré la colilla de mi tabaco hacia un costado y caminé hasta la casa. Toqué el timbre y luego de unos segundos un señor de estatura bajita y traje de me abrió.
— ¿Qué se le ofrece señor? —me preguntó. Trate de no reír, estoy completamente seguro que esto es un mayordomo. ¡Alvarez eres increíble!
—Si, soy amigo del señor Alvarez, ¿podría pasar a verlo?
—Claro que sí joven —dijo y me dio el paso —Suba las escaleras, la tercer puerta a su izquierda, allí está el joven Jorge.
—Muchas gracias…
—Alberto, señor.
—Muchas gracias, Alberto.
Subí las escaleras y me dirigí a la habitación que el amable mayordomo me había indicado. Me acerqué con cuidado, la puerta estaba un poco entreabierta.
— ¡Estoy cansada Jorge! ¡Cansada de tus estúpidos celos! —dijo nerviosa ella.
— ¡¿Pero porque él tiene que trabajar allí?! —le preguntó nervioso.
— ¡Mi madre lo contrato! ¿Entiendes?
— ¡Pues dile que lo despida!
— ¡No voy a pedirle que lo despida! —dijo ella.
— ¿Ah, no? ¡¿Por qué?!
— ¡Porque simplemente ella no va a hacerlo!
Abrí la puerta y ambos se giraron a verme. Los ojos de Alvarez se abrieron como platos. Le sonreí irónicamente.
—Oye Jorge, siento que te hayas convertido en la incubadora de un virus —le dije mientras me acercaba a Laura, tomaba su abrigo y le tomaba la mano —Pero no te puedo prestar a mi Laura más tiempo.
—Sí, ¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.
—No, nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.
— ¿Qué sucede? —le pregunté.
—Esperaba que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.
— ¿Por qué?
—Porque a veces… pide demasiado…
—Ahora Lucas, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Laura y acércala a ti cuando yo te diga —me dijo.
Hice lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente contra mi pecho.
—Perfecto —habló Paula —Ahora mírense a los ojos. Laura pon tus manos sobre sus hombros y acércate más a su rostro.
Laura giró la cabeza para mirarla.
—Paula… —la llamó por su nombre, como forma de advertencia.
—Haz lo que te digo —dijo ella. Laura obedeció y se acercó más a mí —María, quiero que dirijas tu mirada a la cámara. Tú Lucas, solo mírala a ella.
Otro flash iluminó todo.
— ¿Cuántas fotos más vas a sacar? —preguntó Laura.
—Varias, varias —contestó rápidamente Paula —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.
—Tus peticiones son ordenes para mi, Paula —le hablé.
—¡Nooo! —gritó ella Laura.
—¡Laura, actúa como si desearas a Lucas o te reduzco el sueldo! —la amenazó.
—Vamos tempanito de hielo, haz caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!
—Como los odio —musitó ella.
—Ahora Lucas, levanta a Laura sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del parche en donde está la marca y la otra en su espalda.
—Mamá, ¿desde cuándo las fotografías se volvieron tan… pornográficas?
—Ay Laura, eres tan… quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto rápido.
Ella murmuró algo que no logré entender.
—Vamos cariño, arriba —le dije y la alcé sobre mí.
Sus piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco ante el adictivo aroma de su perfume.
—Laura, peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.
Parecía que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome hacia atrás, y sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.
Luego de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó sola, y de verdad parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses solo, y debo decir que soy más bueno de lo que pensaba.
— ¡Excelente, hemos terminado! —dijo Paula contenta. Todos aplaudieron —Muchachos, las fotos son increíbles, hermosas.
—Voy a cambiarme —sentenció Laura sin prestar atención a su madre. Paula se giró a verme.
—Ahora está irritada, pero ya se le va a pasar —me aseguró.
Asentí y me fui a cambiar.
Cuando volví ella ya estaba, guardando unas cosas dentro de su cartera. Me acerqué a ella.
—Comentas algo sobre esto, y te juro que iré a buscarte y te arrancaré uña por uña, ¿escuchaste?
— ¡Gente, estás fotos van a la portada! —gritó Paula desde su despacho.
— ¡¿Qué?! —preguntó Laura dándose vuelta para mirar a la oficina de su madre.
Sonreí levemente y me acerqué hasta su oído. Ella estaba de espaldas.
—Por mí, nadie se enterará —le dije. Se giró a verme rápidamente.
—Por favor, por lo que más quieras, renuncia —me dijo. Reí por lo bajo.
— ¿Y perderme la oportunidad de poder apreciarte los fines de semana? —le dije.
— ¿No te parece que ya son suficientes los días que tengo que soportarte en el instituto?
Sonreí con los labios apretados y respiré profundamente.
—No, ¿algo más?
Me miró con ojos venenosos. Y si las miradas mataran, hace rato que a mi ya me estarían velando.
—Eres una peste, pero ya voy a encontrar la forma de deshacerme de ti.
—Que linda eres —dije con tono dulce —Yo también te adoro, cariño.
Hizo un sonido de indignación y tomó su abrigo.
— ¡Paula! —la llamó. Está se asomó por la puerta — ¡Me voy a cuidar a Jorge! ¡Adiós!
Paula salió rápidamente de la oficina y se acercó a nosotros. Miré a Laura.
¡Oh, si no estuviera condicionado por un juez, sería por algo más que una simple gripe que lo tendría que cuidar!
—Bueno, te llevo —le dije. Ella se giró a verme aterrada.
—¡No, no, no, no! ¡Claro que no! No necesito nada de ti —me dijo nerviosa.
—Claro que si, sabes que no me gusta que andes sola por ahí. Y ya que tu auto aún no está listo lo mejor va a ser que Lucas te lleve a donde necesites —le dijo su madre, que luego me miró a mí —Voy a pagarte a parte para que seas su chofer.
—No Paula, esa va gratis —dije y le guiñé un ojo.
—Oh, eres tan tierno —me dijo ella con una sonrisa.
—Puras tonterías —susurró Laura, pero logré escucharla.
—Tonterías las que usted hace jovencita, y nadie le puede decir nada. Ahora si es tan amable de dirigirse a mi moto que yo la llevare —le dije y le hice un gesto para que caminara.
— ¡Qué no! —dijo ella —Jorge no te soporta.
—Ni yo a él, así que el sentimiento es mutuo. Te dejaré ahí, y te esperaré afuera.
Soltó un suspiró de cansancio.
— ¿Dónde dejaste la moto? —me preguntó rendida. Sonreí.
— ¡Eso es Lucas! —me felicitó Paula —Ahora en adelante te llamare cuando no quiera comer carne.
— ¡Já, ni loca! —advirtió Laura —A mí no me haces comer carne, nunca más.
—Ya veremos —le dije.
Ella me miró fijo, y creo que entendió el otro sentido de lo que le acababa de decir.
—Bueno, vayan —dijo Paula y besó la frente de su hija.
Se fue de nuevo a su oficina. Me giré a ver a Laura y le hice un gesto para que caminara. Suspiró y comenzó a caminar. Nos subimos al ascensor y bajamos hasta el estacionamiento, en donde me había ido a dejar mi moto, luego de hablar con Paula.
— ¿Podrías decirme que se te dio por venir hoy aquí? —me preguntó.
Sonreí y me subí a la moto, le hice una seña para que subiera delante de mí. Revoleó los ojos y se subió. Se acomodó bien y se sentó derecha.
—Ya te dije, necesitaba algo que hacer los fines de semana —le dije cerca de su oído.
—¿Y por qué tenía que ser esto? ¿Por qué me odias?
Reí por lo bajo, haciendo que ella girara su cabeza para mirarme. Aun no había prendido la moto. Recorrí su rostro con la mirada, buscándole alguna imperfección. Algún error en su creación y confección. No había nada, ella era simplemente… perfecta.
—Yo no te odio, cariño —dije sin dejar de mirarla.
—Pues no parece —dijo y volvió su vista al frente.
Sonreí y arranqué la moto. Me dio la dirección de Alvarez, y el muy desgraciado vive a unas pocas cuadras de mi departamento. Llegamos y frené frente a una gran casa. Reí por lo bajo. El imbécil aún vive con sus padres, no puedo creerlo.
— ¿Vive con sus padres? —le pregunté a Laura, mientras ella se bajaba de la moto.
—Sí —dijo ella y no pudo evitar sonreír, pero al instante dejó de hacerlo —Es solo hasta que se encuentre algo que le guste para vivir.
—Sí, seguro.
—Puedes irte, no hace falta que me esperes, no sé a qué hora terminaré.
—No cariño, ve tranquila, pero aquí me quedaré. Se lo prometí a tu madre…
Me miró con cara de fastidio.
— ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?
—No cariño, no tengo nada mejor que hacer.
Giró sobre si misma y caminó a grande zancadas hasta la puerta de la gran casa que estaba frente a mí. Reí divertido y vi como desaparecía detrás de la puerta. Solté un suspiró y miré a mi alrededor. Había un Starbucks a menos de una cuadra. Dejé la moto y fui en busca de un delicioso frapuchino. Me quedé sentado en una de las mesas, perdiendo un poco de mi tiempo. ¿Cuánto tiempo creen que estará allí dentro Laura? ¿No mucho, verdad? Luego de estar una hora allí sentado, me puse de pie y volví hacia mi moto. Me apoyé sobre ella, sin dejar de mirar hacia la puerta. Miré mi reloj, ella aun no salía. Tomé un cigarrillo y lo prendí para poder fumar tranquilo. Sentí como algo vibraba en mi bolsillo, me sobresalté un poco y me di cuenta de que era mi celular. Lo tomé y miré la pantalla. No sabía quién era, pues no tenía agendado su número.
—¿Hola? —dije al atender.
—Hola Lu —me habló. Fruncí el ceño al no reconocerla.
—Hola…
—Amanda tonto, soy Amanda.
¡Diablos! ¿Para qué mierda conteste?
—Aaah, Amanda —dije.
—¿Acaso no me tienes agendada en tu celular? —preguntó.
—Mmm, si lo que pasa es que no me había fijado quien era al atender —le mentí.
—Bueno, no importa. ¿Dónde estás?
—Por ahí.
—Lucas, ¿Qué tengo que hacer para que vengas a hacer de una buena vez el maldito trabajo de contaduría?
— ¿Qué trabajo? —le pregunté.
— ¡El trabajo que nos mandaron a hacer de a grupo!
—Oooh, si el trabajo —dije al recordarlo.
—Tenemos que hacerlo hoy mismo. Es para el lunes.
—¿Quién más está en el grupo? —le pregunté.
—Nadie. Solo nosotros dos…
—¿Quién hizo los grupos?
—¡La profesora tonto! —dijo con voz chillona y soltando una estúpida risita.
¡Aaag, como me exaspera!
—Está bien, voy para tu casa.
—Perfecto, aquí te espero.
Colgué y miré a la casa de Alvarez. No, yo no iba a irme sin Laura de aquí.
Tiré la colilla de mi tabaco hacia un costado y caminé hasta la casa. Toqué el timbre y luego de unos segundos un señor de estatura bajita y traje de me abrió.
— ¿Qué se le ofrece señor? —me preguntó. Trate de no reír, estoy completamente seguro que esto es un mayordomo. ¡Alvarez eres increíble!
—Si, soy amigo del señor Alvarez, ¿podría pasar a verlo?
—Claro que sí joven —dijo y me dio el paso —Suba las escaleras, la tercer puerta a su izquierda, allí está el joven Jorge.
—Muchas gracias…
—Alberto, señor.
—Muchas gracias, Alberto.
Subí las escaleras y me dirigí a la habitación que el amable mayordomo me había indicado. Me acerqué con cuidado, la puerta estaba un poco entreabierta.
— ¡Estoy cansada Jorge! ¡Cansada de tus estúpidos celos! —dijo nerviosa ella.
— ¡¿Pero porque él tiene que trabajar allí?! —le preguntó nervioso.
— ¡Mi madre lo contrato! ¿Entiendes?
— ¡Pues dile que lo despida!
— ¡No voy a pedirle que lo despida! —dijo ella.
— ¿Ah, no? ¡¿Por qué?!
— ¡Porque simplemente ella no va a hacerlo!
Abrí la puerta y ambos se giraron a verme. Los ojos de Alvarez se abrieron como platos. Le sonreí irónicamente.
—Oye Jorge, siento que te hayas convertido en la incubadora de un virus —le dije mientras me acercaba a Laura, tomaba su abrigo y le tomaba la mano —Pero no te puedo prestar a mi Laura más tiempo.
sábado, 10 de noviembre de 2012
Cpaítulo 13
Subí al ascensor y marqué el piso 20. Como lo había previsto Paula no se había olvidado de mí, y al parecer se había emocionado mucho cuando le dijeron que yo estaba aquí. El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Salí y caminé por el pasillo, hasta llegar al lugar al que el otro día Laura me había traído. Paula estaba rodeaba de personas, a las cuales ella daba ordenes y pedía
cosas. Se giró a verme.
—Lucas, querido —dijo y se acercó a mí.
—Hola Paula —le dije y cuando estuvo cerca besé su mano —¿Cómo estas?
—Atareada —me dijo y sonrió —¿Qué te trae por aquí? Laura llega dentro de media hora aproximadamente.
—No, no vine para ver a Laura —mentí más que descaradamente —¿Recuerdas que el otro día me dijiste algo de ser modelo y eso?
—¿No me digas que lo has pensado y vas modelar para mi? —dijo entusiasmada.
—Mmm, no en realidad… yo venía a pedirte que me des así algo… un trabajito como ayudante o lo que sea. Pero creo que ser modelo —dije y fruncí el ceño —No es lo mío.
—Que lastima —dijo en un suspiro —Pero bueno, no importa. Voy a ayudarte. Tú me has caído bien, y eso que los amigos o novios de Laura nunca fueron de mi agrado.
—¿Álvarez no lo es? —pregunté.
Ella arrugó la nariz mientras caminaba y me hacía una seña para que la siguiera.
—Para nada —aseguró —Ese niño es demasiado idiota para mi princesa. Laura necesita a un hombre inteligente, que le de seguridad. No a un imbécil posesivo y absorbente. Gracias a dios ella reaccionó y lo dejó.
—Ya lo creo —susurré por lo bajo.
Llegamos a una pequeña oficina, estaba llena de fotos por todos lados y no pude evitar acercarme a una de ellas. La tomé y la miré. Era la foto de una niña de aproximadamente 7 u 8 años, tenía los ojos grandes y pestañas largas. Una sonrisa blanca y perfecta. Entonces me di cuenta de que era ella.
—¿No es hermosa? —me habló Paula mirando la foto que yo tenía en mis manos. Giré mi cabeza para mirarla —Siempre tuvo una particular forma de mirar, y de ser. Ahí tenía apenas 8 años y no sabes el carácter que tenía.
—Aun lo tiene —le aseguré. Paula rió por lo bajo.
—Si, Laura es una chica increíble —dijo orgullosa —Y no lo digo solo por ser su madre. Ella es decidida y dulce. Es testaruda y sensible. Delante de mí, siempre pone una especie de escudo o barrera, pero siempre termina dándome lo que le pido. No puedo quejarme de ella —suspiró y luego me miró —Pero ya, volvamos al tema importante. ¿Qué quieres hacer aquí?
—No se, tú dime —le dije.
—Bueno, puedes ser mi ayudante. Los que tengo son un poco tontos…
—Perfecto —aseguré.
—Tendrás un sueldo y trabajaras solamente los sábados por la tarde. ¿Te parece bien de 2 a 5 de la tarde?
—Me parece estupendo —le dije.
—Entonces, bienvenido a las agencias de modelaje Hernández —dijo y estiró su mano para que yo la tomara. Así lo hice y salimos de allí para acercarnos a donde estaba todo el mundo.
Mi primer encargo fue ir a apurar a las modelos, y eso fue increíble. Creo que no puede haber mejor trabajo que este para un hombre. Luego fui enviado a planta baja en busca de unos papeles importantes.
—¿Puedes darme los papeles de Paula? —le pregunté a la chica de recepción.
—Enseguida —me dijo y me dejó solo mientras iba por ellos.
—¡Buenos días a todos! —escuché su voz y me giré a verla.
Estaba llena de cosas y caminaba con prisa, al parecer estaba llegando tarde. Vi como desaparecía detrás de uno de los ascensores, y no puedo esperar a ver su rostro, cuando sepa que yo estoy trabajando aquí…
—Aquí tienes —me habló, sacándome de mis pensamientos.
—Muchas gracias, linda —le dije y me fui de allí para ir en busca de un poco de diversión.
Subí al ascensor y no pude evitar sentirme emocionado por llegar al piso 20 y ver la cara de Laura. Las puertas se abrieron y caminé hacia donde estaban todos.
—¡Ahí lo tienes! —Paula le dijo a Laura y ella se giró a verme.
Sus ojos se abrieron como platos y pensé que su mandíbula iba a llegar a tocar el suelo. Se acercó a mí y me miró fijo.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó nerviosa.
—Hola, ¿no? Buenos días cariño, que yo sepa no dormimos juntos anoche —le dije.
—¡Contesta mi pregunta! —exigió. Sonreí levemente.
—Aquí trabajo —dije con suavidad y estiré mi brazo para darle el sobre a Paula.
—¡No estoy para bromas, Suarez! ¡Dime que haces aquí!
—No estoy bromeando, cariño. De verdad trabajo aquí.
Ella se giró a ver a su madre. Paula asintió con la cabeza, y la preciosa volvió a mirarme.
—No, no tú estas jugando conmigo —dijo riendo nerviosamente —¡Paula! —la llamó, está se acercó a nosotros.
—¿Qué sucede hija? —le preguntó.
—Dime que no es verdad —le dijo sin dejar de mirarme.
—¿Qué no es verdad que? —dijo ella.
—Que él esta trabajando aquí —dijo nerviosa.
—Si, si es verdad. Lucas es mi nuevo ayudante.
—¡Esto es increíble! —elevó su voz haciendo que todos se giraran a verla —¡Me rehúso a trabajar con este individuo en este lugar!
—¿Por qué? —le pregunté.
—¿Qué quieres? ¿Qué es lo que estas buscando? —me preguntó.
—Nada —dije haciéndome el inocente —¿Acaso no puedo buscar un empleo para los fines de semana?
—¡No, no puedes! —me aclaró nerviosa. Giró para mirar a su madre —¡No voy a trabajar con él aquí! ¡Quiero que se vaya!
—No, Lucas no se va a ir —le aclaró su madre, sin dejar de mirar al frente, en donde le estaban haciendo unas indicaciones o algo por el estilo.
—¿A no? ¡Entonces me voy yo! —dijo Laura, y se dispuso a irse.
—¡Laura María Hernández García! —la llamó con firmeza. Cierto, olvide que se llamaba María (justo como mi madre), bonito nombre para su personalidad, Laura detuvo su paso y se giró a verla. Paula la miró fijo —Soy tu madre y me debes respeto... también soy tu jefa y por eso haces lo que yo quiero, cuando yo quiera.
—¿Puedo solicitar un asenso? Me gustaría ser su jefe —dije. Paula rió por lo bajo, pero a Laura no le causó ninguna gracia.
Soltó un enojado suspiró y se acercó de nuevo a donde estaba su madre, yo solo me encargué de observarla.
—¿Están listas? —preguntó Laura a las modelos que estaban frente a ella, mientras ella se acomodaba detrás de la cámara.
Paula se acercó a mí y miró a su hija, como yo lo hacía. Laura comenzó a sacar fotos y a dar instrucciones.
—Es tan irritante a veces —me habló su madre. Sonreí levemente —Piensa que todo lo que hago es para perjudicarla o en su contra.
—Así son todas las hijas —le dije. Ella suspiró.
—Ya lo creo —dijo.
—Lucas, querido —dijo y se acercó a mí.
—Hola Paula —le dije y cuando estuvo cerca besé su mano —¿Cómo estas?
—Atareada —me dijo y sonrió —¿Qué te trae por aquí? Laura llega dentro de media hora aproximadamente.
—No, no vine para ver a Laura —mentí más que descaradamente —¿Recuerdas que el otro día me dijiste algo de ser modelo y eso?
—¿No me digas que lo has pensado y vas modelar para mi? —dijo entusiasmada.
—Mmm, no en realidad… yo venía a pedirte que me des así algo… un trabajito como ayudante o lo que sea. Pero creo que ser modelo —dije y fruncí el ceño —No es lo mío.
—Que lastima —dijo en un suspiro —Pero bueno, no importa. Voy a ayudarte. Tú me has caído bien, y eso que los amigos o novios de Laura nunca fueron de mi agrado.
—¿Álvarez no lo es? —pregunté.
Ella arrugó la nariz mientras caminaba y me hacía una seña para que la siguiera.
—Para nada —aseguró —Ese niño es demasiado idiota para mi princesa. Laura necesita a un hombre inteligente, que le de seguridad. No a un imbécil posesivo y absorbente. Gracias a dios ella reaccionó y lo dejó.
—Ya lo creo —susurré por lo bajo.
Llegamos a una pequeña oficina, estaba llena de fotos por todos lados y no pude evitar acercarme a una de ellas. La tomé y la miré. Era la foto de una niña de aproximadamente 7 u 8 años, tenía los ojos grandes y pestañas largas. Una sonrisa blanca y perfecta. Entonces me di cuenta de que era ella.
—¿No es hermosa? —me habló Paula mirando la foto que yo tenía en mis manos. Giré mi cabeza para mirarla —Siempre tuvo una particular forma de mirar, y de ser. Ahí tenía apenas 8 años y no sabes el carácter que tenía.
—Aun lo tiene —le aseguré. Paula rió por lo bajo.
—Si, Laura es una chica increíble —dijo orgullosa —Y no lo digo solo por ser su madre. Ella es decidida y dulce. Es testaruda y sensible. Delante de mí, siempre pone una especie de escudo o barrera, pero siempre termina dándome lo que le pido. No puedo quejarme de ella —suspiró y luego me miró —Pero ya, volvamos al tema importante. ¿Qué quieres hacer aquí?
—No se, tú dime —le dije.
—Bueno, puedes ser mi ayudante. Los que tengo son un poco tontos…
—Perfecto —aseguré.
—Tendrás un sueldo y trabajaras solamente los sábados por la tarde. ¿Te parece bien de 2 a 5 de la tarde?
—Me parece estupendo —le dije.
—Entonces, bienvenido a las agencias de modelaje Hernández —dijo y estiró su mano para que yo la tomara. Así lo hice y salimos de allí para acercarnos a donde estaba todo el mundo.
Mi primer encargo fue ir a apurar a las modelos, y eso fue increíble. Creo que no puede haber mejor trabajo que este para un hombre. Luego fui enviado a planta baja en busca de unos papeles importantes.
—¿Puedes darme los papeles de Paula? —le pregunté a la chica de recepción.
—Enseguida —me dijo y me dejó solo mientras iba por ellos.
—¡Buenos días a todos! —escuché su voz y me giré a verla.
Estaba llena de cosas y caminaba con prisa, al parecer estaba llegando tarde. Vi como desaparecía detrás de uno de los ascensores, y no puedo esperar a ver su rostro, cuando sepa que yo estoy trabajando aquí…
—Aquí tienes —me habló, sacándome de mis pensamientos.
—Muchas gracias, linda —le dije y me fui de allí para ir en busca de un poco de diversión.
Subí al ascensor y no pude evitar sentirme emocionado por llegar al piso 20 y ver la cara de Laura. Las puertas se abrieron y caminé hacia donde estaban todos.
—¡Ahí lo tienes! —Paula le dijo a Laura y ella se giró a verme.
Sus ojos se abrieron como platos y pensé que su mandíbula iba a llegar a tocar el suelo. Se acercó a mí y me miró fijo.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó nerviosa.
—Hola, ¿no? Buenos días cariño, que yo sepa no dormimos juntos anoche —le dije.
—¡Contesta mi pregunta! —exigió. Sonreí levemente.
—Aquí trabajo —dije con suavidad y estiré mi brazo para darle el sobre a Paula.
—¡No estoy para bromas, Suarez! ¡Dime que haces aquí!
—No estoy bromeando, cariño. De verdad trabajo aquí.
Ella se giró a ver a su madre. Paula asintió con la cabeza, y la preciosa volvió a mirarme.
—No, no tú estas jugando conmigo —dijo riendo nerviosamente —¡Paula! —la llamó, está se acercó a nosotros.
—¿Qué sucede hija? —le preguntó.
—Dime que no es verdad —le dijo sin dejar de mirarme.
—¿Qué no es verdad que? —dijo ella.
—Que él esta trabajando aquí —dijo nerviosa.
—Si, si es verdad. Lucas es mi nuevo ayudante.
—¡Esto es increíble! —elevó su voz haciendo que todos se giraran a verla —¡Me rehúso a trabajar con este individuo en este lugar!
—¿Por qué? —le pregunté.
—¿Qué quieres? ¿Qué es lo que estas buscando? —me preguntó.
—Nada —dije haciéndome el inocente —¿Acaso no puedo buscar un empleo para los fines de semana?
—¡No, no puedes! —me aclaró nerviosa. Giró para mirar a su madre —¡No voy a trabajar con él aquí! ¡Quiero que se vaya!
—No, Lucas no se va a ir —le aclaró su madre, sin dejar de mirar al frente, en donde le estaban haciendo unas indicaciones o algo por el estilo.
—¿A no? ¡Entonces me voy yo! —dijo Laura, y se dispuso a irse.
—¡Laura María Hernández García! —la llamó con firmeza. Cierto, olvide que se llamaba María (justo como mi madre), bonito nombre para su personalidad, Laura detuvo su paso y se giró a verla. Paula la miró fijo —Soy tu madre y me debes respeto... también soy tu jefa y por eso haces lo que yo quiero, cuando yo quiera.
—¿Puedo solicitar un asenso? Me gustaría ser su jefe —dije. Paula rió por lo bajo, pero a Laura no le causó ninguna gracia.
Soltó un enojado suspiró y se acercó de nuevo a donde estaba su madre, yo solo me encargué de observarla.
—¿Están listas? —preguntó Laura a las modelos que estaban frente a ella, mientras ella se acomodaba detrás de la cámara.
Paula se acercó a mí y miró a su hija, como yo lo hacía. Laura comenzó a sacar fotos y a dar instrucciones.
—Es tan irritante a veces —me habló su madre. Sonreí levemente —Piensa que todo lo que hago es para perjudicarla o en su contra.
—Así son todas las hijas —le dije. Ella suspiró.
—Ya lo creo —dijo.
Un hombre alto se acercó a nosotros y le pidió a Paula poder hablar en privado. La madre de Laura asintió y se fue con él.
Volví mi vista a Laura, ella miraba las fotos que acaba de sacar. Con cuidado me acerqué.
—Lindas fotos —le dije. Ella giró la cabeza para mirarme con recelo y volvio a lo que hacia
—¿Estas enojada?
—No para nada, estoy muy feliz, no tengo problemas —dijo con toda la ironía del mundo.
—No tienes porque estar enojada, cariño —le hablé y ella volvió su vista al frente —Yo no quiero que estés enojada conmigo, solo vine porque de verdad necesito el trabajo.
Me volvió a mirar con esa mirada asesina y cortante. Ella no creía ni una sola de las palabras que yo le estaba diciendo. Una nerviosa Paula salió de la pequeña oficina con aquel hombre detrás.
Laura la miró y se acercó a ella.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella a su madre. Paula miraba a su alrededor, como buscando una solución a su problema. Me miró a mí y miró a Laura. Volvió a mirar a su alrededor.
—Mamá, ¿Qué pasa? —dijo algo nerviosa Laura.
—María —le dijo a su hija —Ve a cambiarte y ven para hacer unas fotos con Lucas.
Mis ojos se abrieron bien, al igual que los ojos de Laura.
—¿Qué? ¡¿Estas loca?! —le preguntó sin poder creerlo.
—Si es así la cosa, creo que no voy a poder negarme —dije sonriendo levemente.
Laura me miró asesinamente.
—¡No soy una de tus estúpidas muñecas de plástico! —gritó Laura.
—Por favor hija —le dijo desesperada acercándose a ella —Los modelos que encargué no han llegado, y si no hacemos ya mismo esa sesión, la marca va a dejarme.
—Pero, ¿Acaso no tienes millones de modelos aquí? —dijo nerviosa.
—No me sirven, ¡Ninguna me sirve! —miró a su alrededor decepcionada —¡Por favor Laura, hazlo por mi!
Vi la desesperación de la morena por decirle a su madre un rotundo NO, pero como Paula me había dicho, ella iba a terminar aceptando. Soltó un leve suspiro.
—Está bien —le dijo.
Paula sonrió emocionada y abrazó con fuerza a su hija. La soltó y se acercó a mí.
—¿Lo harás, verdad? —me preguntó.
—Claro que si, jefa —dije divertido.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se alejó de nosotros para dar las indicaciones. Laura se giró a verme, estaba algo roja por el enojo.
—Llegas a propasarte, y te arrepentirás —me susurró.
Volví mi vista a Laura, ella miraba las fotos que acaba de sacar. Con cuidado me acerqué.
—Lindas fotos —le dije. Ella giró la cabeza para mirarme con recelo y volvio a lo que hacia
—¿Estas enojada?
—No para nada, estoy muy feliz, no tengo problemas —dijo con toda la ironía del mundo.
—No tienes porque estar enojada, cariño —le hablé y ella volvió su vista al frente —Yo no quiero que estés enojada conmigo, solo vine porque de verdad necesito el trabajo.
Me volvió a mirar con esa mirada asesina y cortante. Ella no creía ni una sola de las palabras que yo le estaba diciendo. Una nerviosa Paula salió de la pequeña oficina con aquel hombre detrás.
Laura la miró y se acercó a ella.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella a su madre. Paula miraba a su alrededor, como buscando una solución a su problema. Me miró a mí y miró a Laura. Volvió a mirar a su alrededor.
—Mamá, ¿Qué pasa? —dijo algo nerviosa Laura.
—María —le dijo a su hija —Ve a cambiarte y ven para hacer unas fotos con Lucas.
Mis ojos se abrieron bien, al igual que los ojos de Laura.
—¿Qué? ¡¿Estas loca?! —le preguntó sin poder creerlo.
—Si es así la cosa, creo que no voy a poder negarme —dije sonriendo levemente.
Laura me miró asesinamente.
—¡No soy una de tus estúpidas muñecas de plástico! —gritó Laura.
—Por favor hija —le dijo desesperada acercándose a ella —Los modelos que encargué no han llegado, y si no hacemos ya mismo esa sesión, la marca va a dejarme.
—Pero, ¿Acaso no tienes millones de modelos aquí? —dijo nerviosa.
—No me sirven, ¡Ninguna me sirve! —miró a su alrededor decepcionada —¡Por favor Laura, hazlo por mi!
Vi la desesperación de la morena por decirle a su madre un rotundo NO, pero como Paula me había dicho, ella iba a terminar aceptando. Soltó un leve suspiro.
—Está bien —le dijo.
Paula sonrió emocionada y abrazó con fuerza a su hija. La soltó y se acercó a mí.
—¿Lo harás, verdad? —me preguntó.
—Claro que si, jefa —dije divertido.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se alejó de nosotros para dar las indicaciones. Laura se giró a verme, estaba algo roja por el enojo.
—Llegas a propasarte, y te arrepentirás —me susurró.
Un montón de gente entró al lugar para comenzar a preparar todo. Me llevaron a una pequeña habitación, en donde me dieron unos cuantos pantalones de jean. Miré la marca. Levi’s. De verdad está mujer se maneja con marcas importantes.
Me sentaron en una silla y comenzaron a despeinar más mi cabello. Lo secaron y quedó como si recién me hubiese levantado. Paula entró.
—¡Eso es! Así esta perfecto, un look rebelde —dijo y me miró —De verdad muchas gracias, Lucas.
—No, no es nada —le dije.
—Tienes un tatuaje —dijo asombrada mirando mi brazo izquierdo.
Me giré a verla.
—Si, me lo hice hace bastante —dije.
—Eso aporta más rebeldía al look —dijo divertida.
—No se si me saldrá —admití.
—Será fácil, Laura sabe sobre esto. Cuando era más chica la obligué a hacer un curso de modelaje.
—¿La obligaste?
—Si —dijo asintiendo —No quería saber nada sobre aquello, pero como yo sabía que alguna vez la iba a necesitar, lo hice. Bueno, cuando estés listo, sal.
Se fue dejándome solo. Me puse los pantalones y me quedé sin remera. Yo sé que cuando Laura me vea, no va a poder creerlo. Salí y todas las mujeres del lugar se giraron a verme. Paula sonrió, y me hizo una seña para que me acercara a ella. Vi como comenzaban a cuchichear y a mirarme acosadoramente.
—Vas a provocar que todas mueran de un infarto —me habló mi jefa.
—No es mi intención —dije orgulloso de mi mismo —¿Dónde esta Laura?
—¡Odio estos malditos pantalones! —entró ella quejándose. Traté de no parecer cautivado, pero era casi imposible. Ella traía un pequeño pantalón de jean, que se ajustaba perfectamente a sus piernas. Su pelo estaba desordenado como el mío, como si recién se hubiese despertado.
Y solo llevaba puesto un sostén negro, en la parte de arriba. Sus ojos azules se clavaron en los míos, y dejó de caminar. Sacudió su cabeza y miró de nuevo a su madre.
—¿Por qué odias los pantalones hija? —le preguntó Paula.
—¡Mira como me hace el trasero! —dijo y se giró para mostrárselo.
—Muy bonito, es redondito —le dije. Me miró furiosa.
—Lucas tiene razón, María. Tu trasero está bien —le habló Paula.
—¡Mamá no tengo el tamaño suficiente para ser modelo!
—Eso es mentira —le dije. Ella me miró —Tu trasero es el más lindo que he visto aquí, hasta ahora.
—No estaba hablando de mi trasero Suarez —me dijo seria —¡Miren como me queda esto!
Levantó una de sus piernas y el pantalón quedaba un poco colgando. Paula mandó a buscar un par de zapatos con taco. Los trajeron y el problema fue solucionado.
—No vas a encontrar alguna excusa para no hacerlo, hija mía —le aclaró.
Me sentaron en una silla y comenzaron a despeinar más mi cabello. Lo secaron y quedó como si recién me hubiese levantado. Paula entró.
—¡Eso es! Así esta perfecto, un look rebelde —dijo y me miró —De verdad muchas gracias, Lucas.
—No, no es nada —le dije.
—Tienes un tatuaje —dijo asombrada mirando mi brazo izquierdo.
Me giré a verla.
—Si, me lo hice hace bastante —dije.
—Eso aporta más rebeldía al look —dijo divertida.
—No se si me saldrá —admití.
—Será fácil, Laura sabe sobre esto. Cuando era más chica la obligué a hacer un curso de modelaje.
—¿La obligaste?
—Si —dijo asintiendo —No quería saber nada sobre aquello, pero como yo sabía que alguna vez la iba a necesitar, lo hice. Bueno, cuando estés listo, sal.
Se fue dejándome solo. Me puse los pantalones y me quedé sin remera. Yo sé que cuando Laura me vea, no va a poder creerlo. Salí y todas las mujeres del lugar se giraron a verme. Paula sonrió, y me hizo una seña para que me acercara a ella. Vi como comenzaban a cuchichear y a mirarme acosadoramente.
—Vas a provocar que todas mueran de un infarto —me habló mi jefa.
—No es mi intención —dije orgulloso de mi mismo —¿Dónde esta Laura?
—¡Odio estos malditos pantalones! —entró ella quejándose. Traté de no parecer cautivado, pero era casi imposible. Ella traía un pequeño pantalón de jean, que se ajustaba perfectamente a sus piernas. Su pelo estaba desordenado como el mío, como si recién se hubiese despertado.
Y solo llevaba puesto un sostén negro, en la parte de arriba. Sus ojos azules se clavaron en los míos, y dejó de caminar. Sacudió su cabeza y miró de nuevo a su madre.
—¿Por qué odias los pantalones hija? —le preguntó Paula.
—¡Mira como me hace el trasero! —dijo y se giró para mostrárselo.
—Muy bonito, es redondito —le dije. Me miró furiosa.
—Lucas tiene razón, María. Tu trasero está bien —le habló Paula.
—¡Mamá no tengo el tamaño suficiente para ser modelo!
—Eso es mentira —le dije. Ella me miró —Tu trasero es el más lindo que he visto aquí, hasta ahora.
—No estaba hablando de mi trasero Suarez —me dijo seria —¡Miren como me queda esto!
Levantó una de sus piernas y el pantalón quedaba un poco colgando. Paula mandó a buscar un par de zapatos con taco. Los trajeron y el problema fue solucionado.
—No vas a encontrar alguna excusa para no hacerlo, hija mía —le aclaró.
Laura le sacó la lengua cuando está no la estaba viendo
—Ahora vayan allí —nos dijo. Caminamos hasta el centro del lugar. Las luces blancas nos iluminaban —Ahora, se acercan.
Laura miró fijo a su madre, y luego giró hacia mí.
—Juro que vas a arrepentirte de esto Suarez—me amenazó.
Laura miró fijo a su madre, y luego giró hacia mí.
—Juro que vas a arrepentirte de esto Suarez—me amenazó.
Capítulo 12
Escuché como reía divertida y me reí en mi fuero interno.
— ¿Qué es tan gracioso? —le pregunté.
—Tú lo eres —me dijo entre una risa —Juro que nunca en mi vida había conocido a alguien tan, pero tan…
— ¿Qué es tan gracioso? —le pregunté.
—Tú lo eres —me dijo entre una risa —Juro que nunca en mi vida había conocido a alguien tan, pero tan…
— ¿Lindo?
—Tan…
— ¿Hermoso?
—Egocéntrico —afirmó.
— ¿Lo soy?
—No sabes cuánto.
—Yo no diría egocéntrico —dije y me acosté en el sillón poniendo mi brazo libre detrás de mi cabeza —Más bien tengo un muy buen autoestima.
—Y una gran facilidad de palabra.
—Eso es una virtud.
—Ya lo creo, ya lo creo —dijo divertida — ¿A qué se debe tu llamada?
—Quería cerciorarme de mi teoría —le dije. La escuché comer algo — ¿Estás comiendo?
—Sí —dijo con la boca llena —Helado.
— ¿A esta hora?
—Es rutina —aclaró —Siempre antes de dormir miró alguna película con un cono de helado en la mano. Y si la película es de amor, un paquete de pañuelos descartable.
— ¿Lloras?
—Y sí —dijo y soltó un suspiro —Hay películas que son… muy lindas.
Guardó silencio por varios segundos, y yo también lo hice. Solo escuchaba su leve respiración.
— ¿Mañana haces algo?
—No lo sé, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Jorge…
— ¿Qué? —pregunté al escuchar su nombre.
—Si, mañana iré a verlo a la tarde. Está con gripe, y le prometí que iría a verlo.
—Ajá, ahora también eres enfermera.
—No lo soy, pero debo admitir que soy muy buena cuidando gente.
—¿Y qué pasó con el tema del otro día?
—Ya lo olvidé, además de que me pidió perdón.
—Perdonas fácil —le dije.
—No, soy bastante rencorosa. Pero cuando su perdón viene de corazón, si lo hago.
Escuché como bostezaba.
— ¿Tienes sueño? —pregunté.
—Ahora sí —dijo en medio de un bostezo —Bueno Suarez, me voy a dormir. Te veo el lunes. Adiós.
Colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca. Te veo el lunes.
¡Mierda! Tendré que darles a esos dos perros sus 400 dólares.
¡Dios! ¿Por qué tienes que ponerme a una difícil en el camino? ¿Acaso no soy un buen cristiano? Me puse de pie y caminé hasta mi habitación. Me saqué aquel molesto traje y me puse cómodo para dormir. Me acosté en la cama mirando fijamente al techo.
— ¿Playa o montaña? —pregunté.
—Depende —contestó.
—¿De qué?
— ¿Esa es otra pregunta? —preguntó.
— ¿La vas a contar como pregunta? —le dije. Sonrió.
—Sí —dijo asintiendo.
—Eres tramposa.
—Depende de la persona con la que vaya. Si estoy con amigas, prefiero ir a la playa. Y si estoy con alguien especial, preferiría ir a la montaña.
— ¿Por qué?
—Van cuatro, señor Suarez.
—Lo sé, lo sé. Pero prefiero saber.
—Lo mejor de tener frío, es poder entrar en calor.
Sonreí levemente al recordar su interesante respuesta. Cerré los ojos e intenté dormir.
Me desperté por un terrible sonido que vibraba y sonaba al lado de mi oreja. Gruñí frustrado y giré sobre el colchón para tomarlo. Lo acerqué a mi oído.
— ¿Hola? —dije con voz rasposa ya que recién me despertaba.
—Suripanta, ¿estabas durmiendo? —me preguntó él.
— ¿Y tú qué crees Serg?
—Lo siento, lo siento —se disculpó —No pensé que estarías dormido a estas horas.
— ¿Qué hora es? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama.
—Son las 12 —dijo.
— ¿Las 12?
—Sí, sí y no digas que eso es temprano, porque no lo es. Mueve tu maldito trasero y ven a abrirnos la puerta, que el maldito café me está quemando las manos —me dijo Iván.
— ¡Ya voy! —me quejé y colgué el teléfono.
Me puse de pie y salí de la habitación, caminé por el pasillo y llegué a la puerta. La abrí y ellos dos estaban allí parados. Giré y volví a caminar hasta la habitación, me volví a tirar en la cama.
— ¡Oye! ¿Dónde están las tazas? —me preguntó desde la cocina Iván.
— ¡Por ahí! —le respondí cerrando de nuevo mis ojos.
Escuché como la puerta se volvió a abrir, de seguro esa era Rosa. Mi nana.
Rosa me cuida desde que tengo memoria, y es la que se encarga de mantener limpio mi departamento los fines de semana.
—Buen día muchachos —escuché su dulce voz.
—Hola Rosa, ¿Cómo está? —le preguntó Sergio.
—Bien pequeño —le contestó ella — ¿Quieren que les prepare el desayuno?
—Sí, por favor —imploró Iván.
— ¿Dónde está Lucas? —escuché que preguntaba por mí.
—Nos abrió la puerta y volvió a acostarse —me acusó el idiota de Sergio.
— ¡Lucas Miguel! ¡Levántate ahora mismo! —me llamó por mi segundo nombre, y solo lo hacía cuando elevaba la voz conmigo. Sino siempre era su pequeño Lucas.
Sin abrir los ojos me puse de pie y bostezando salí de la habitación. Un olor a medialunas recién hechas entró por mi nariz. Me acerqué hasta Rosa y la abrace por la espalda.
—Buen día, nana —le dije y besé su cabeza.
—Buenas tardes diría yo —me reprochó, mientras yo saludaba con un apretón de manos a mis amigos, y me sentaba en la mesada frente a ella.
—No es tan tarde —dije mirando el reloj, que apenas marcaba las 12:20 del medio día.
Ayer me había costado dormir, más de lo que deseaba pensando en… ella. Tomé una de las
medialunas que mi nana había traído y le di un mordisco. Ella me miró.
— ¿Te has lavado la cara? —me preguntó. Negué con la cabeza — ¡Ni siquiera has entrado al baño Miguel Suarez! Ahora mismo, ve…
—Bueno —dije con la boca llena y me puse de pie para ir al baño. Escuché como esos dos se reían por lo bajo —Ustedes, vengan.
Miraron a Rosa y luego me miraron a mí, caminé y me siguieron. Entré al baño y ellos dos se apoyaron en la puerta, mientras veían como me lavaba la cara y los dientes.
— ¿Cómo te fue ayer? —me preguntó Iván.
—Igual que siempre —contesté —Solo gente importante y aburrida…
El sonido de su risa, retumbo en mi cabeza.
— ¿No había nada interesante, nada… apetecible?
—Ah sí —hablé haciéndome el que recién lo recordaba —Me encontré con Laura.
—¿Con Laura? —dijo asombrado Sergio.
— ¿Y que pasó? —dijo Iván.
—Nada, solo hablamos un poco… Es una chica muy inteligente, a comparación con todas aquellas mujeres del instituto, ella si tiene temas del cual hablar.
—Tan…
— ¿Hermoso?
—Egocéntrico —afirmó.
— ¿Lo soy?
—No sabes cuánto.
—Yo no diría egocéntrico —dije y me acosté en el sillón poniendo mi brazo libre detrás de mi cabeza —Más bien tengo un muy buen autoestima.
—Y una gran facilidad de palabra.
—Eso es una virtud.
—Ya lo creo, ya lo creo —dijo divertida — ¿A qué se debe tu llamada?
—Quería cerciorarme de mi teoría —le dije. La escuché comer algo — ¿Estás comiendo?
—Sí —dijo con la boca llena —Helado.
— ¿A esta hora?
—Es rutina —aclaró —Siempre antes de dormir miró alguna película con un cono de helado en la mano. Y si la película es de amor, un paquete de pañuelos descartable.
— ¿Lloras?
—Y sí —dijo y soltó un suspiro —Hay películas que son… muy lindas.
Guardó silencio por varios segundos, y yo también lo hice. Solo escuchaba su leve respiración.
— ¿Mañana haces algo?
—No lo sé, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Jorge…
— ¿Qué? —pregunté al escuchar su nombre.
—Si, mañana iré a verlo a la tarde. Está con gripe, y le prometí que iría a verlo.
—Ajá, ahora también eres enfermera.
—No lo soy, pero debo admitir que soy muy buena cuidando gente.
—¿Y qué pasó con el tema del otro día?
—Ya lo olvidé, además de que me pidió perdón.
—Perdonas fácil —le dije.
—No, soy bastante rencorosa. Pero cuando su perdón viene de corazón, si lo hago.
Escuché como bostezaba.
— ¿Tienes sueño? —pregunté.
—Ahora sí —dijo en medio de un bostezo —Bueno Suarez, me voy a dormir. Te veo el lunes. Adiós.
Colgó el teléfono dejándome con la palabra en la boca. Te veo el lunes.
¡Mierda! Tendré que darles a esos dos perros sus 400 dólares.
¡Dios! ¿Por qué tienes que ponerme a una difícil en el camino? ¿Acaso no soy un buen cristiano? Me puse de pie y caminé hasta mi habitación. Me saqué aquel molesto traje y me puse cómodo para dormir. Me acosté en la cama mirando fijamente al techo.
— ¿Playa o montaña? —pregunté.
—Depende —contestó.
—¿De qué?
— ¿Esa es otra pregunta? —preguntó.
— ¿La vas a contar como pregunta? —le dije. Sonrió.
—Sí —dijo asintiendo.
—Eres tramposa.
—Depende de la persona con la que vaya. Si estoy con amigas, prefiero ir a la playa. Y si estoy con alguien especial, preferiría ir a la montaña.
— ¿Por qué?
—Van cuatro, señor Suarez.
—Lo sé, lo sé. Pero prefiero saber.
—Lo mejor de tener frío, es poder entrar en calor.
Sonreí levemente al recordar su interesante respuesta. Cerré los ojos e intenté dormir.
Me desperté por un terrible sonido que vibraba y sonaba al lado de mi oreja. Gruñí frustrado y giré sobre el colchón para tomarlo. Lo acerqué a mi oído.
— ¿Hola? —dije con voz rasposa ya que recién me despertaba.
—Suripanta, ¿estabas durmiendo? —me preguntó él.
— ¿Y tú qué crees Serg?
—Lo siento, lo siento —se disculpó —No pensé que estarías dormido a estas horas.
— ¿Qué hora es? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama.
—Son las 12 —dijo.
— ¿Las 12?
—Sí, sí y no digas que eso es temprano, porque no lo es. Mueve tu maldito trasero y ven a abrirnos la puerta, que el maldito café me está quemando las manos —me dijo Iván.
— ¡Ya voy! —me quejé y colgué el teléfono.
Me puse de pie y salí de la habitación, caminé por el pasillo y llegué a la puerta. La abrí y ellos dos estaban allí parados. Giré y volví a caminar hasta la habitación, me volví a tirar en la cama.
— ¡Oye! ¿Dónde están las tazas? —me preguntó desde la cocina Iván.
— ¡Por ahí! —le respondí cerrando de nuevo mis ojos.
Escuché como la puerta se volvió a abrir, de seguro esa era Rosa. Mi nana.
Rosa me cuida desde que tengo memoria, y es la que se encarga de mantener limpio mi departamento los fines de semana.
—Buen día muchachos —escuché su dulce voz.
—Hola Rosa, ¿Cómo está? —le preguntó Sergio.
—Bien pequeño —le contestó ella — ¿Quieren que les prepare el desayuno?
—Sí, por favor —imploró Iván.
— ¿Dónde está Lucas? —escuché que preguntaba por mí.
—Nos abrió la puerta y volvió a acostarse —me acusó el idiota de Sergio.
— ¡Lucas Miguel! ¡Levántate ahora mismo! —me llamó por mi segundo nombre, y solo lo hacía cuando elevaba la voz conmigo. Sino siempre era su pequeño Lucas.
Sin abrir los ojos me puse de pie y bostezando salí de la habitación. Un olor a medialunas recién hechas entró por mi nariz. Me acerqué hasta Rosa y la abrace por la espalda.
—Buen día, nana —le dije y besé su cabeza.
—Buenas tardes diría yo —me reprochó, mientras yo saludaba con un apretón de manos a mis amigos, y me sentaba en la mesada frente a ella.
—No es tan tarde —dije mirando el reloj, que apenas marcaba las 12:20 del medio día.
Ayer me había costado dormir, más de lo que deseaba pensando en… ella. Tomé una de las
medialunas que mi nana había traído y le di un mordisco. Ella me miró.
— ¿Te has lavado la cara? —me preguntó. Negué con la cabeza — ¡Ni siquiera has entrado al baño Miguel Suarez! Ahora mismo, ve…
—Bueno —dije con la boca llena y me puse de pie para ir al baño. Escuché como esos dos se reían por lo bajo —Ustedes, vengan.
Miraron a Rosa y luego me miraron a mí, caminé y me siguieron. Entré al baño y ellos dos se apoyaron en la puerta, mientras veían como me lavaba la cara y los dientes.
— ¿Cómo te fue ayer? —me preguntó Iván.
—Igual que siempre —contesté —Solo gente importante y aburrida…
El sonido de su risa, retumbo en mi cabeza.
— ¿No había nada interesante, nada… apetecible?
—Ah sí —hablé haciéndome el que recién lo recordaba —Me encontré con Laura.
—¿Con Laura? —dijo asombrado Sergio.
— ¿Y que pasó? —dijo Iván.
—Nada, solo hablamos un poco… Es una chica muy inteligente, a comparación con todas aquellas mujeres del instituto, ella si tiene temas del cual hablar.
Salí del baño y me dirigí a mi habitación. Ellos entraron detrás de mí, busqué una cosa y me giré a verlos. Estiré mi mano y les entregué dinero. Ambos fruncieron el ceño, e Iván lo tomó con cuidado.
— ¿Qué es esto? —me preguntó.
—Dinero —le dije.
—Ya lo sé, pero ¿para qué nos das esto? —preguntó de nuevo Iván, mientras Sergio tomaba la plata y la contaba.
—Aquí hay 1000 dólares —aseguró al instante el castaño.
—Repártanlos entre los dos —les dije y miré sus rostros desconcertados —Ahí está el dinero de algunas cosas que les debía y de…
Dejé de hablar, ya que me costaba admitir aquello.
—Espera un segundo —me detuvo Iván — ¿Aquí están los 400 dólares de la apuesta que hicimos por Laura, verdad?
—Sí —dije por lo bajo.
— ¿Pero si la apuesta caducaba el lunes? —dijo Sergio y me miró —Oh, ya se… Ya sabes de ante mano que no vas a poder con ella.
Lo miré exasperado. Ellos dos rieron y chocaron sus manos para luego guardar el dinero en sus billeteras.
—¿Qué pasó Suarez? —me habló Iván con una enorme sonrisa —¿La chica es más complicada de lo que creías?
—Es más inteligente de lo creía —le aclaré.
Salimos del cuarto y nos acercamos a Rosa que ya tenía todo el desayuno preparado. Nos sentamos en la mesada y ella nos puso una taza de café a cada uno.
— ¿Quién es Laura? —preguntó.
— ¿Qué es esto? —me preguntó.
—Dinero —le dije.
—Ya lo sé, pero ¿para qué nos das esto? —preguntó de nuevo Iván, mientras Sergio tomaba la plata y la contaba.
—Aquí hay 1000 dólares —aseguró al instante el castaño.
—Repártanlos entre los dos —les dije y miré sus rostros desconcertados —Ahí está el dinero de algunas cosas que les debía y de…
Dejé de hablar, ya que me costaba admitir aquello.
—Espera un segundo —me detuvo Iván — ¿Aquí están los 400 dólares de la apuesta que hicimos por Laura, verdad?
—Sí —dije por lo bajo.
— ¿Pero si la apuesta caducaba el lunes? —dijo Sergio y me miró —Oh, ya se… Ya sabes de ante mano que no vas a poder con ella.
Lo miré exasperado. Ellos dos rieron y chocaron sus manos para luego guardar el dinero en sus billeteras.
—¿Qué pasó Suarez? —me habló Iván con una enorme sonrisa —¿La chica es más complicada de lo que creías?
—Es más inteligente de lo creía —le aclaré.
Salimos del cuarto y nos acercamos a Rosa que ya tenía todo el desayuno preparado. Nos sentamos en la mesada y ella nos puso una taza de café a cada uno.
— ¿Quién es Laura? —preguntó.
La miré mientras tomaba café.
—Una chica del instituto —le contestó Iván.
—Nada importante —agregué.
— ¿Apostaste algo por ella? —me dijo mirándome fijo.
—Sí —miré a mis amigos, que solo miraban para otro lado —Pero… aposté que ella no tenía novio, y si lo tiene.
—Por lo que sea, sabes que no es correcto apostar… vas a volverte un jugador compulsivo —dijo ella.
—Nana, me conoces y sabes que no sería capaz. Es solo algo entre nosotros.
—Si Rosa, tranquila… no dejaremos que el pequeño Lu se vuelva un adicto al juego —la consoló Sergio.
Terminamos de desayunar y me fui a bañar, mientras mis amigo se quedaron en la cocina ayudando a Rosa. Me di una refrescante ducha y me cambié, rápidamente. Algo cayó al suelo, me agaché a ver y era mi celular. Lo tomé.
—No lo sé, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Jorge…
Hoy iría al trabajo de su madre para hacer las fotos del mes…recordé las palabras de su madre...
—Oye niño, podías ser un muy buen modelo…
Las palabras de Paula llegaron a mi cabeza.
—Una chica del instituto —le contestó Iván.
—Nada importante —agregué.
— ¿Apostaste algo por ella? —me dijo mirándome fijo.
—Sí —miré a mis amigos, que solo miraban para otro lado —Pero… aposté que ella no tenía novio, y si lo tiene.
—Por lo que sea, sabes que no es correcto apostar… vas a volverte un jugador compulsivo —dijo ella.
—Nana, me conoces y sabes que no sería capaz. Es solo algo entre nosotros.
—Si Rosa, tranquila… no dejaremos que el pequeño Lu se vuelva un adicto al juego —la consoló Sergio.
Terminamos de desayunar y me fui a bañar, mientras mis amigo se quedaron en la cocina ayudando a Rosa. Me di una refrescante ducha y me cambié, rápidamente. Algo cayó al suelo, me agaché a ver y era mi celular. Lo tomé.
—No lo sé, quizás vaya a trabajar. Tengo que sacar las fotos del mes. Y debo ver a Jorge…
Hoy iría al trabajo de su madre para hacer las fotos del mes…recordé las palabras de su madre...
—Oye niño, podías ser un muy buen modelo…
Las palabras de Paula llegaron a mi cabeza.
¡Oh, ya se! Iré a verla para que me de trabajo allí y de paso podré ver a la preciosura en su lugar de trabajo.
Salí de la habitación y miré la hora. Ya eran la 1 de la tarde, tenía que darme prisa.
—¿Qué haremos hoy? —me preguntó Sergio.
—No se ustedes, pero yo tengo que ir a un lugar —le dije mientras tomaba las llaves de mi moto.
— ¿Nos vas a dejar? —dijo Iván.
—Sí mi vida —dije burlonamente, como si le estuviera hablando a una chica —Tengo otras cosas que hacer…
—No seas idiota —me amenazó.
—Ya, ya —dije divertido —En la noche los veo, y vamos al bar a jugar un poco…
—Está bien suripanta —me dijo Sergio —Ve a hacer travesuras…
Me acerqué a Rosa y besé su cabeza.
—Adiós nana.
—Adiós pequeño, cuídate —me dijo.
—Siempre lo hago —dije y salí de allí.
Busqué mi moto y me subí en ella para ir a aquel lindo lugar, en busca de un poco de diversión.
Llegué más rápido de lo que esperaba, me bajé y caminé hasta dentro. La mujer de recepción me miró bien, y su boca quedó como abierta. (¿Lo ven? ¿Ven lo que causo en cada lugar al que entro?)
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? —me preguntó.
Me quité mis anteojos de aviador, y la miré con una pequeña sonrisa.
—Necesito ver a la señora Paula Hernández —le dije.
— ¿Tienes una cita? —dijo.
—Linda, no necesito citas para ver a Paula —dije con toda la confianza del mundo —Levanta ese teléfono y dile que soy Lucas, el amigo de su hija.
Salí de la habitación y miré la hora. Ya eran la 1 de la tarde, tenía que darme prisa.
—¿Qué haremos hoy? —me preguntó Sergio.
—No se ustedes, pero yo tengo que ir a un lugar —le dije mientras tomaba las llaves de mi moto.
— ¿Nos vas a dejar? —dijo Iván.
—Sí mi vida —dije burlonamente, como si le estuviera hablando a una chica —Tengo otras cosas que hacer…
—No seas idiota —me amenazó.
—Ya, ya —dije divertido —En la noche los veo, y vamos al bar a jugar un poco…
—Está bien suripanta —me dijo Sergio —Ve a hacer travesuras…
Me acerqué a Rosa y besé su cabeza.
—Adiós nana.
—Adiós pequeño, cuídate —me dijo.
—Siempre lo hago —dije y salí de allí.
Busqué mi moto y me subí en ella para ir a aquel lindo lugar, en busca de un poco de diversión.
Llegué más rápido de lo que esperaba, me bajé y caminé hasta dentro. La mujer de recepción me miró bien, y su boca quedó como abierta. (¿Lo ven? ¿Ven lo que causo en cada lugar al que entro?)
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? —me preguntó.
Me quité mis anteojos de aviador, y la miré con una pequeña sonrisa.
—Necesito ver a la señora Paula Hernández —le dije.
— ¿Tienes una cita? —dijo.
—Linda, no necesito citas para ver a Paula —dije con toda la confianza del mundo —Levanta ese teléfono y dile que soy Lucas, el amigo de su hija.
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